el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
226 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />
Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />
Segundos después se oye dentro de la mansión una voz algo<br />
trucia, que contesta:<br />
—¡No me acuerdo, Guido! Mira la cédula.<br />
Guido consulta la cédula y replica:<br />
—Aquí dice que en Ávila, pero en realidad yo soy de Pisa.<br />
—¿Conoce usted la torre inclinada?<br />
—Desde pequeñito. Escondido detrás de su mole de mármol<br />
masqué las primeras quisquillas.<br />
—¿Cómo empezó a escribir?<br />
—Empecé a escribir muy torcido; pero rayando <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> conseguí<br />
al fin escribir derecho.<br />
—¿A qué edad?<br />
—Fui un niño precoz. A los diecisiete años ya tenía nociones<br />
de gimnasia. Verdaderamente, escribir nov<strong>el</strong>as no se me ocurrió hasta<br />
los veinte años.<br />
—¿Cuénteme cómo sucedió eso?<br />
—Pues nada; estaba un día en Venecia y al ver pasar una<br />
góndola...<br />
—¿Se imaginó la primera nov<strong>el</strong>a?<br />
—No. Llamé al gondolero y le pedí lumbre para <strong>el</strong> cigarro. Tres<br />
meses más tarde comencé mi primer <strong>libro</strong> en versos, titulado: "¿Tienes<br />
lumbre, gondolero?" Como d<strong>el</strong> <strong>libro</strong> se vendieron siete ejemplares en<br />
quince meses, me decidí a escribir nov<strong>el</strong>as, que se leen más.<br />
—¿Cuánto dinero le han producido sus <strong>libro</strong>s?<br />
—Cuatrocientas mil liras y un xilofón.<br />
—¡Pues es una ganancia pingüe!<br />
—¡¡Pingüina!! Soy de los escritores que más dinero ganan. Sólo<br />
la venta de bastones me produjo <strong>el</strong> año pasado un millón.<br />
—¿De liras?<br />
—Hablo en serio.<br />
—Y de señoras . . . ¿ qué?<br />
Palmierini pone los ojos en blanco.<br />
—¡Oh! —suspira—. Ellas son <strong>el</strong> único perfume en que se<br />
desvanecen mis sueños de poeta. Me las quito de en medio a patada<br />
limpia.<br />
Guido queda con la mirada perdida. Le ayudo a buscarla y le<br />
hago una última pregunta:<br />
—¿Usa usted bufanda?<br />
Palmierini duda. Va a hablar; vu<strong>el</strong>ve a dudar.<br />
—¡ Pichss! ... —dice, por fin—. Pues la verdad es que no sé qué<br />
decirle...