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el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

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Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

El <strong>libro</strong> d<strong>el</strong> <strong>convaleciente</strong> 29<br />

REBECA.— ¡Oh, sí! Bésalos, Jacob. De algún modo hay que sacarle<br />

producto al p<strong>el</strong>o.<br />

JACOB. — Gracias. (Le besa los cab<strong>el</strong>los.) ¿ Sabes lo que estoy<br />

pensando, Rebeca?<br />

REBECA. — ¿Qué piensas, Jacob?<br />

JACOB. — Que no tendría ninguna gracia que ahora que yo me<br />

voy a la Sinagoga, tú avisases a alguno de mis amigos y me la pegases<br />

con él...<br />

REBECA. — Efectivamente; no tendría ninguna gracia...,<br />

especialmente para ti.<br />

JACOB. — Y oye, Rebeca, sí que tendría gracia que él creyese que<br />

yo no sabía nada y que yo estuviese enterado de todo...<br />

REBECA. — Sí que eso tendría gracia, Jacob.<br />

JACOB. — En fin, Rebeca, tengo prisa y me voy. Me esperan los<br />

amigos en la Sinagoga para cantar salmos y hablar de finanzas<br />

internacionales. Ea, adiós, Rebeca.<br />

REBECA. — Adiós, Jacob.<br />

JACOB. — ¿Me permites que bese tus rizados cab<strong>el</strong>los?<br />

REBECA. — Bésalos, Jacob. Ya te he dicho que usarlos es gratuito.<br />

JACOB — Gracias. Adiós. (JACOB hace mutis y REBECA le despide<br />

desde la puerta. Enseguida va hacia <strong>el</strong> ventanal.)<br />

REBECA. — Ya está Samu<strong>el</strong> esperando en la esquina. ¡ Qué<br />

gallardo es! En cuanto vea salir a Jacob tiraré a la calle la moneda de<br />

diez centavos para que Samu<strong>el</strong> pueda subir a amarme y a comerse las<br />

croquetas. ¿Eh? Sí, Jacob sale ya... Ya se marcha... (Llamando.)<br />

¡Samu<strong>el</strong>! (Tira a la calle la moneda de diez centavos y luego cierra <strong>el</strong><br />

ventanal y corre a un espejo a retocarse <strong>el</strong> peinado para que SAMUEL,<br />

cuando suba, la encuentre hermosa y apetecible.) Verdaderamente estoy<br />

hermosa. No es extraño que todos los amigos de Jacob me hayan<br />

declarado su amor. Yo no he aceptado más que <strong>el</strong> amor de Samu<strong>el</strong>, esto<br />

es lo cierto, pero soy joven y tiempo me queda de aceptar <strong>el</strong> amor de los<br />

demás. ¡Ah, Samu<strong>el</strong>, Samu<strong>el</strong>! Hoy te voy a gustar yo más que las<br />

croquetas; lo presiento... Pero, ¿qué hará Samu<strong>el</strong> que no sube? (Espía por<br />

la puerta de la derecha.) Es raro. No oigo sus pisadas que siempre<br />

resuenan en la escalera... Le aguardaré tocando <strong>el</strong> piano. (REBECA se<br />

sienta ante <strong>el</strong> piano e interpreta un canto a Jericó)<br />

DOS HORAS DESPUÉS<br />

REBECA. — (Levantándose d<strong>el</strong> silletín d<strong>el</strong> piano.) ¡Oh, señor d<strong>el</strong><br />

Sinaí, cómo me extraña que Samu<strong>el</strong> no suba! ¿Le habrá ocurrido algo?

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