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el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

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174 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

Y en la Universidad él llevaba a sus compañeros a la hu<strong>el</strong>ga o<br />

los encerraba en las aulas con sólo un discursillo de dos o tres minutos.<br />

De suerte que Mateo Ramos, como los churreros avezados, podía<br />

ufanarse de mover la masa a su capricho.<br />

Triunfó en la vida. Y fracasó en <strong>el</strong> amor; porque se esforzaba<br />

en enamorar a las mujeres intensificando su <strong>el</strong>ocuencia, nunca supo que<br />

a las mujeres sólo se las enamora intensificando los besos.<br />

Como todo aqu<strong>el</strong> que fracasa en amor, Mateo se hizo pesimista.<br />

(Es absurdo, pero cuando un hombre ve su amor rechazado por<br />

una mujer morena, en lugar de dedicarse a buscar una mujer rubia, que<br />

sería lo lógico, se dedica a decir que la vida es una comedia odiosa, la<br />

Humanidad una jaula de chacales y la Galvanoplastia una cosa<br />

importante).<br />

Con su pesimismo a cuestas, Mateo se hizo reconcentrado y<br />

hosco; paseaba solo, llamaba idiotas a los vendedores de cacahuetes,<br />

pegaba puntapiés a los árboles y sacaba la lengua a las estatuas.<br />

—¡Es un caso perdido!— pensaba yo al verle.<br />

Por aqu<strong>el</strong>los días ocurrió que una Sociedad cultural invitó a<br />

Mateo a dar una conferencia en sus salones. Mateo accedió. Y declaró<br />

que <strong>el</strong> título de su charla sería este extraño consejo: "¡Mátese usted y<br />

vivirá f<strong>el</strong>iz!"<br />

Me prometí no faltar al acto.<br />

El local rebosaba de público. Había expectación enorme por<br />

oír al "rey de la oratoria", como anunciaban los programas. Cuatro<br />

gramófonos esperaban que Mateo empezase a hablar para recoger en<br />

sus discos vírgenes cuanto dijese <strong>el</strong> conferenciante.<br />

Diez minutos más tarde <strong>el</strong> acto comenzaba.<br />

Mateo Ramos prolongó su charla asegurando que la vida no<br />

merecía la pena de ser vivida.<br />

Hizo observar cómo nuestra mayor razón de vivir estriba en<br />

crecer y multiplicarse, y construyó unos admirables períodos, demostrando<br />

que <strong>el</strong> crecer era una cosa aburridísima y que <strong>el</strong> multiplicarse sólo traía<br />

consigo dolores y sobresaltos.<br />

Cuando todos estuvimos bien convencidos de que crecer y<br />

multiplicarse era una verdadera equivocación, Mateo pasó a estudiar<br />

los estímulos que podemos tener los humanos para seguir viviendo.<br />

Eran éstos, según él, la riqueza, <strong>el</strong> poder, la paternidad, <strong>el</strong> amor, etc.,<br />

etc.<br />

—La riqueza no se alcanza casi nunca —dijo— y cuando se<br />

alcanza nos llena d<strong>el</strong> terror de perderla y nos hace duros de corazón.

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