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el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

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Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

El <strong>libro</strong> d<strong>el</strong> <strong>convaleciente</strong> 189<br />

la realidad, egolatría, exclusivismo, prurito de aparecer como víctima,<br />

etc., etc.<br />

Varias veces intenté zafarme de la influencia que Georgette<br />

ejercía sobre mí, y otras tantas fracasé, como si hubiese intentado<br />

establecer una tómbola en las alturas d<strong>el</strong> Himalaya. La vez última había<br />

consultado <strong>el</strong> caso con un amigo médico: Teodoro Pineal.<br />

—¿Quieres renunciar a <strong>el</strong>la porque es una histérica? —me<br />

preguntó—. Entonces renuncia a todas las mujeres d<strong>el</strong> mundo.<br />

Enamórate d<strong>el</strong> Álgebra, de la Física o de la Geografía Postal, pero no te<br />

enamores de ninguna mujer, porque no hay una sola que no sea histérica.<br />

La diferencia está en que unas son histéricas-morenas y otras, histéricasrubias.<br />

Y yo, que creo a ojos cerrados en Teodoro y en <strong>el</strong> sulfato de<br />

quinina, seguí amando a Georgette.<br />

* * *<br />

La escena que siguió al conato de desmayo fue terrible.<br />

Georgette me llamó Landrú, monstruo antidiluviano e idiota. Yo la<br />

contesté aconsejándola baños fríos, y esto, en lugar de calmarla, la<br />

irritó más. Y cuando parecía que la rabia y la desesperación iba a<br />

hacerla estallar como una bomba de trilita, Georgette vino hacia mí y<br />

me dijo dulcemente, haciendo una transición:<br />

—Llévame a la calle, Mauricio. Es noche de sábado. Quisiera<br />

correr aventuras espantosas y sobrenaturales esta noche. Los espíritus<br />

maléficos, las brujas y los trasgos andan su<strong>el</strong>tos... El terror me<br />

agarrota, y al mismo tiempo me atrae... ¡Vamos!<br />

E hizo ademán de dirigirse a la puerta.<br />

—Escucha, Georgette —la dije, interponiéndome entre la puerta y<br />

<strong>el</strong>la—. Lo que pretendes es una estupidez, que no califico porque no soy<br />

catedrático. Hasta hoy me he sujetado a tus caprichos, pues odio los<br />

seguros de vida y las discusiones; pero no estoy dispuesto a que<br />

salgamos esta noche de casa a buscar unas brujas, unos trasgos y unos<br />

espíritus maléficos que no existen más que en tu imaginación y en algunas<br />

aldeas d<strong>el</strong> Cáucaso, según se entra a mano derecha.<br />

—Es decir, ¿que te niegas a acompañarme a correr aventuras<br />

sobrenaturales y espantosas?<br />

—Me niego a que hagamos <strong>el</strong> burro por Madrid —repliqué de<br />

un modo acaso un poco vulgar.<br />

Georgette dio tres alaridos en si bemol y se retorció los dedos,

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