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el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

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Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

El <strong>libro</strong> d<strong>el</strong> <strong>convaleciente</strong> 267<br />

añadió, dirigiéndose esta vez a su caballo —¡noble animal!:<br />

—¡Arre, Fermín!<br />

El caballo, espoleado por su amo, y comprendiendo que era<br />

necesario apresurarse —¡noble animal!— emprendió v<strong>el</strong>oz galope hacia<br />

<strong>el</strong> Sudoeste.<br />

Dejémosle galopar y no nos pongamos d<strong>el</strong>ante de sus hercúleas<br />

patas.<br />

Pero ad<strong>el</strong>antémonos al caballo —¡noble animal!—- e<br />

introduzcámonos en una humilde choza que se halla enclavada en la<br />

orilla de Y<strong>el</strong>low-River.<br />

Allí, en un camastro, mal disimulado con mosaicos, yace un<br />

viejo enclenque y enfermizo. Su mirada es turbia y en <strong>el</strong>la se descubre<br />

que la vida está deseando escaparse de aqu<strong>el</strong> cuerpo, en otro tiempo<br />

cimbreño.<br />

Porque este hombre, abandonado hoy de la Humanidad, fue en<br />

otro tiempo un mundano al que arrastraban los placeres a una existencia<br />

disipada, llena de mujeres fáciles y de altos vasos de limón h<strong>el</strong>ado.<br />

Pero ya... ¿qué puede esperar este hombre como no sea la<br />

muerte?<br />

Y, sin embargo, espera algo.<br />

Y mientras espera, lee <strong>el</strong> "Manual d<strong>el</strong> Horticultor".<br />

LOS FEROCES COMANCHES<br />

Síganos <strong>el</strong> lector hasta <strong>el</strong> campamento de los indios comanches.<br />

Reunidos en apretado haz se ven cuarenta caballos —¡nobles<br />

animales!— y, más al fondo, los ancianos de la tribu c<strong>el</strong>ebran consejo.<br />

—Sí —dice "Cab<strong>el</strong>lo de Áng<strong>el</strong>"—, yo he visto a ese joven que<br />

cruza <strong>el</strong> Arizona a pasos agigantados.<br />

—Por eso —agrega "Pachulí de Ai or"— os aconsejo que le<br />

tendamos un lazo.<br />

—Pero yo opino —tercia "Zoquete Viejo"— que no debemos<br />

atacarle hasta por la noche, cuando llegue a la cabaña, y su cab<strong>el</strong>lera y<br />

la d<strong>el</strong> anciano nos...<br />

Cambia la dirección d<strong>el</strong> aire y no nos es permitido oír más.<br />

Así es que esperemos tres horas y volvamos a hacer compañía a Dick<br />

Peck y a su caballo —¡noble animal!

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