08.05.2013 Views

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

El <strong>libro</strong> d<strong>el</strong> <strong>convaleciente</strong> 195<br />

—¡Usted, Asunción!<br />

—¡Usted, Mariano!<br />

Y los dos cayeron hacia atrás, porque <strong>el</strong> auto arrancó<br />

bruscamente.<br />

—Esperaba con ansia este momento —dijo Mariano, que no era<br />

un hombre demasiado original.<br />

— Yo también —susurró <strong>el</strong>la.<br />

—En estos instantes me siento completamente f<strong>el</strong>iz.<br />

—Yo, también.<br />

—Querría que nuestra mutua dicha fuese eterna.<br />

—Yo, también.<br />

—Estoy emocionadísimo y me he venido sin corbata.<br />

—Yo, también.<br />

Mariano comprendió que <strong>el</strong> diálogo resultaba algo monótono,<br />

piro se sentía sin fuerzas para enderezarlo, como esos comediógrafos que<br />

sufren en la busca y captura de un rasgo de ingenio al través de<br />

treinta cuartillas de réplicas.<br />

El auto filaba v<strong>el</strong>ozmente. Asunción emitió asustada:<br />

—¿No se enterará nadie?<br />

—No.<br />

—¡Por Dios, que no se entere nadie! He dejado a mis padres<br />

dormidos.<br />

—¿Dormidos?<br />

—Sí. Como he salido de casa a las tres de la madrugada...<br />

—Claro..., claro... ¿Sus papas se acuestan temprano?<br />

—Sí. A las once en punto.<br />

—Y madrugarán, naturalmente ...<br />

—Sí, madrugan. Mi padre usa dentadura postiza.<br />

— ¡Ya!<br />

No podía decirse que aqu<strong>el</strong>lo tuviese mucho interés nov<strong>el</strong>esco<br />

ni amoroso. De súbito <strong>el</strong> coche quedó inmóvil.<br />

—Hemos llegado —anunció Mariano innecesariamente.<br />

—¡Que no se entere nadie, por Dios! —aulló Asunción todavía,<br />

antes de apearse.<br />

—Descuide, descuide.<br />

Mariano pagó rápidamente, ambos cruzaron la acera y quedaron<br />

inmóviles ante <strong>el</strong> sereno que se ocupaba de abrirles <strong>el</strong> portal.<br />

—¡Virgen Santa! ¡El sereno!<br />

Tápese <strong>el</strong> rostro con <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo d<strong>el</strong> abrigo. . .<br />

Unas breves palabras, una cerilla encendida y <strong>el</strong> sereno que cerro<br />

<strong>el</strong> portal tras <strong>el</strong>los. Al quedar solos, Mariano creyó desmayarse.<br />

—¿Qué le ocurre a usted? —inquirió Asunción.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!