08.05.2013 Views

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

194 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

—Podemos coger <strong>el</strong> correo de Barc<strong>el</strong>ona y apearnos en la<br />

estación de Meco, que está siempre desierta.<br />

—Jamás. El farmacéutico de Meco es amigo de casa.<br />

* * *<br />

—¿Y si nos apeamos en Torrejón de Ardoz?<br />

—Medio Torrejón me conoce.<br />

* * *<br />

—¿Guadalajara?<br />

—He vivido diez años y soy conocidísima.<br />

* * *<br />

—¿La conoce a usted alguien en las islas Hawai?<br />

—Mucha gente. Mi padre es de allí.<br />

***************************************************<br />

Mariano pensaba ya en emigrar, cuando Asunción, con<br />

incongruencia encantadoramente femenina, le escribió:<br />

—"Alquile usted un saloncito en una casa honorable y<br />

contando con que los dos somos personas dignas y con que debemos<br />

conocernos alguna vez personalmente, allí nos reuniremos. Pero es preciso<br />

que no se entere nadie, que no nos vean entrar ni salir. La fama de<br />

una muchacha soltera es frágil. ¡Por Dios, que no se entere nadie!"<br />

Y Mariano se apresuró a buscar <strong>el</strong> saloncito. Lo alquiló en una<br />

calle aristocrática y solitaria. Además le aconsejó a Asunción:<br />

—"Nuestras visitas deben ser de madrugada, que es la hora<br />

más discreta. Usted puede salir sigilosamente de su casa y reunirse<br />

conmigo sin ser vista. La espero <strong>el</strong> martes en un taxi en la esquina de la<br />

calle Uzcudum. ¡Quiera Dios que sea usted la mujer ideal con que yo<br />

sueño para esposa!<br />

* * *<br />

El martes de madrugada, Mariano esperaba, en la esquina de<br />

la calle Uzcudum, encerrado en un taxi.<br />

A las catorce pesetas y ochenta céntimos llegó Asunción. Una<br />

mano enguantada que abre la portezu<strong>el</strong>a, una oleada de perfume:

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!