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el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

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274 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

A lo que él replicó con otra frase también sencilla y también<br />

bien meditada.<br />

—Algo se pesca.<br />

Seguí la interviú:<br />

—¿Cómo se les ocurrió la idea de agruparse?<br />

—Los tiempos estuvieron difíciles y hubo que organizar<br />

sociedades de profesionales.<br />

—¿En qué traje se lanzan ustedes al agua para pescar?<br />

—Hubo una época en que pescábamos vestidos de smoking y<br />

todos salíamos con dos o tres perlas en la pechera. Pero la ambición nos<br />

hizo desechar ese procedimiento, y ahora pescamos totalmente desnudos.<br />

—¿Podría yo asistir a la pesca de mañana?<br />

—Sí, señor. ¿Ve usted aqu<strong>el</strong>la taquilla que hay en aqu<strong>el</strong> rincón?<br />

Pues vaya allí y tome una localidad de preferencia. Son baratas.<br />

Obedecí, y por dos libras y cuarenta gramos me dieron la<br />

localidad y una escafandra.<br />

Conseguido lo cual, abandoné <strong>el</strong> domicilio de la Agrupación.<br />

Al salir me comunicaron que <strong>el</strong> importe de las localidades lo<br />

invierte la Agrupación en pagar asistencia médica a las perlas enfermas.<br />

C<strong>el</strong>ebré <strong>el</strong> rasgo bárbaramente.<br />

LA PESCA<br />

A la mañana siguiente me vestí la escafandra y salí a la calle.<br />

Como me apedrearon bastantes niños, tomé un taxi.<br />

Llegamos a la orilla d<strong>el</strong> mar.<br />

Allí aguardaban unas barcazas, y en <strong>el</strong>las tomaron asiento treinta<br />

pescadores y quince turistas escafandrados.<br />

Los pescadores, que ya se habían desnudado, se untaban unos a<br />

otros <strong>el</strong> cuerpo con aceite Gargoyle. Desde lejos, hacían muy buen<br />

efecto. De cerca, estaban hediondos.<br />

Mientras bogábamos mar adentro, nos comunicaron que la<br />

pesca sería aburrida, porque los tiburones se han hartado ya de comer<br />

pescadores y hace dos años que no surcan estas aguas.<br />

Catorce turistas, al saberlo, se volvieron a tierra. Seguí yo solo<br />

con los pescadores.<br />

A las diez de la mañana las barcazas se detuvieron. Habíamos<br />

llegado.<br />

Los pescadores se tiraron al mar de cabezota.<br />

Yo bajé por una escalera de cuerda y, al pisar <strong>el</strong> p<strong>el</strong>daño dos

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