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el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

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Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

El <strong>libro</strong> d<strong>el</strong> <strong>convaleciente</strong> 93<br />

fallecido ya Horacio Warren, madame Duclos y <strong>el</strong> doctor Brown.<br />

—Es raro... —susurró Sherlock, calándose en la órbita <strong>el</strong><br />

monóculo—. ¡Es raro! ¿Y de que forma mueren?<br />

—De muy diferentes maneras, caballero. Horacio Warren ha<br />

aparecido asfixiado y con <strong>el</strong> manual de gimnasia en las manos; madame<br />

Duclos murió (en <strong>el</strong> instante en que aspiraba <strong>el</strong> perfume de unas violetas)<br />

de estacazo en la nuca; y <strong>el</strong> doctor Brown falleció de un calambre.<br />

—¿Dónde le dio <strong>el</strong> calambre?<br />

—En <strong>el</strong> vestíbulo d<strong>el</strong> castillo<br />

—Continúe usted.<br />

—Poco me queda ya que decir. Anoche, cuando <strong>el</strong> terror nos<br />

había hecho migas a todos, murió también <strong>el</strong> hijo d<strong>el</strong> doctor Brown.<br />

—¿De qué?<br />

—Durante la comida, en <strong>el</strong> momento en que echaba limón en<br />

una ostra, cayó al su<strong>el</strong>o muerto. Yo he pensado si moriría de aburrimiento.<br />

—Lo de la ostra es un dato, pero no debemos anticiparnos<br />

—dijo Holmes.<br />

—Por eso he venido a ver a usted —aclaró Atanasio—. Porque<br />

si usted no va al castillo y evita aqu<strong>el</strong> estado de cosas, los que no muramos<br />

asesinados, moriremos de espanto.<br />

Holmes alzó la cabeza, brillantes los ojos de energía.<br />

—Lárguese al castillo hoy mismo —le aconsejó a Atanasio— y<br />

no tardaremos en vernos allí.<br />

—Es que yo...<br />

Atanasio fue a decir algo, pero Sherlock Holmes, como se sabe,<br />

no era hombre que hablase más de lo justo; así es que cogió a Atanasio<br />

en brazos lo sacó a la escalera, le dejó sentado en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o y cerró la<br />

puerta.<br />

Desde aqu<strong>el</strong> momento dejamos de oír la voz de Camuflay.<br />

LOS HABITANTES DEL CASTILLO<br />

Al día siguiente, Holmes y yo abandonamos la casita de Baker<br />

Street y en un carro de mano y disfrazados de mariposas de vivos

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