el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
94 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />
Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />
colores, nos dirigimos al castillo de Rock, en <strong>el</strong> condado de Newspaper.<br />
Llegamos algo fatigados y con una rueda de menos. Yo juraba<br />
por <strong>el</strong> mal estado de las carreteras, y Holmes se detenía en todas las<br />
casillas de peones camineros a ponerse inyecciones de morfina en los<br />
hombros.<br />
Al cabo nos dimos de narices con <strong>el</strong> castillo de Rock. Entramos,<br />
sin que nos conociesen, bajo nuestros disfraces de mariposas. Dentro d<strong>el</strong><br />
castillo olía a naftalina.<br />
Lo recorrimos de punta a punta, y Sherlock levantó catorce<br />
planos de otras tantas habitaciones y fumó dieciocho pipas para disimular.<br />
Más tarde, ocultos detrás de unos cand<strong>el</strong>abros, nos dedicamos a<br />
observar a los habitantes d<strong>el</strong> castillo, que estaban reunidos en <strong>el</strong><br />
comedor. Lord Rock, míster Richard, Arthur Sheridan, Evans y Peter<br />
eran <strong>el</strong>egantes como otras tantas portadas d<strong>el</strong> Pictorial Review. Syli, una<br />
encantadora muchacha que hablaba arrugando un poco las manos. En<br />
cuanto a Sally y Ev<strong>el</strong>ina se las notaba de lejos que sabían bailar fox-trots.<br />
LA LUCHA POR LA VERDAD<br />
Sucesivamente, Holmes registró las habitaciones particulares de<br />
todos. No encontramos más que polvo, porque la servidumbre era<br />
apática y disfrutaba de verdadera vagancia británica. El genial detective<br />
estaba desesperado.<br />
—¡Nunca me ha ocurrido nada igual! Siempre he encontrado un<br />
indicio, una prueba... Cuando no he hallado un p<strong>el</strong>o, he hallado un<br />
trocito de peine, una fotografía de Claudette Colbert, una nuez; en fin<br />
algo... ¡A ahora, nada, nada! Y mordía las cornucopias con frenesí.<br />
Entretanto iban pasando los días, y <strong>el</strong> misterio, lejos de aclararse<br />
se obscurecía más, pues —de un modo matemático— cada noche que<br />
pasaba moría un nuevo habitante d<strong>el</strong> castillo. Además de Warren, de<br />
Lucile y d<strong>el</strong> doctor, habían fallecido ya míster Richard, que apareció