el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
178 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />
Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />
Y agregó como explicación:<br />
—Yo he consumido mi vida en buscar alguien que me<br />
acompañase y todo lo que he logrado ha sido cambiar constantemente de<br />
compañía y no encontrar jamás una compañía eterna.<br />
Suspiró. Me miró tristemente y volvió a mirar la luna, lo cual<br />
me humilló porque siempre he creído que la luna es mucho menos<br />
expresiva que yo. Pero comprendí que era necesario ponerse a tono<br />
con la honda tristeza de aqu<strong>el</strong>la dama y murmuré, mirando hacia las<br />
nubes:<br />
—Eternidad... ¡oh, Eternidad!<br />
Ella me agradeció mucho aqu<strong>el</strong>la <strong>el</strong>ocuencia y crispando una<br />
de sus manecitas sobre mi muñeca, susurró:<br />
—Amigo mío. .. Usted me comprende.<br />
—No sólo la comprendo —dije— sino que ya no podría vivir<br />
tranquilo sin contemplar la luna reflejada en <strong>el</strong> fondo de sus ojos.<br />
Me incliné hacia <strong>el</strong>la y miré al fondo de sus ojos. No se veía<br />
la luna porque la tapaba yo con mi propia cabeza, pero me guardé mucho<br />
de decirlo. En aqu<strong>el</strong>la postura permanecimos unos segundos. Al final de<br />
<strong>el</strong>los la dama se enderezó y dijo, gravemente, rechazándome:<br />
—¡Basta! ¡Basta, por Dios!<br />
—¿Cómo se llama usted? —hablé yo sin pizca de lógica.<br />
—Valentina; pero déjeme, por Dios... No me mire más.<br />
—Valentina —exclamé con la entonación de un actor en la<br />
escena penúltima d<strong>el</strong> segundo acto—. Valentina.. . ¡Yo necesito mirarte<br />
hasta morir!<br />
—Si lo hicieras durante más de unos segundos, ya no podrías<br />
separarte de mí, y tu vida sería un infierno.<br />
—¿Un infierno?<br />
—¡ Espantoso!<br />
El tono con que pronunció aqu<strong>el</strong>la palabra me subyugó. (Hay<br />
que recordar que era de noche, que la luna alumbraba la terraza,<br />
que hasta allí subía <strong>el</strong> perfume de las tuberosas, etc., etc.)<br />
Me acerqué a Valentina de nuevo y le dije de un modo imperativo<br />
: —¡Háblame de tu vida!<br />
Ella abrió sus ojos con terror, como si realmente hubiese puesto<br />
mi mano en una herida no cicatrizada.<br />
—¡Calla, calla! —suplicó tapándome la boca con las plumas de<br />
su abanico.<br />
—¿Tan terrible ha sido tu vida que no quieres recordarla<br />
siquiera?