el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
56 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />
Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />
Hemos hablado demasiado y urge hacer algo serio. Tiene usted tres<br />
minutos para decidirse.<br />
—Ya he decidido —contesté con firmeza.<br />
—No importa que haya usted decidido —replicó <strong>el</strong> detective—.<br />
Yo acostumbro a conceder siempre tres minutos para decidir. Tiene usted<br />
tres minutos... ¡Decida! El tiempo es oro.<br />
Me quedé mirando al ci<strong>el</strong>o como si reflexionase, para no contrariar<br />
al gran policía; pero como ya antes había reflexionado lo<br />
suficiente y no me gusta malgastar mi cerebro en trabajos inútiles, en<br />
los tres minutos concedidos me entretuve en calcular cuánto tiempo<br />
tardaría en llegar de París a Cáceres un hombre que anduviese a gatas, a<br />
razón de dos kilómetros por hora y descansando un día por cada catorce<br />
leguas.<br />
Casi iba ya a saber <strong>el</strong> tiempo exacto cuando me interrumpió la<br />
voz cortante de Holmes:<br />
—Han pasado los tres minutos. Es usted mi ayudante, ¿sí o no?<br />
—Pues bien, sí —le declaré al detective.<br />
Permaneció unos segundos ensimismado; luego habló cogiéndome<br />
por la solapa izquierda:<br />
—Separémonos. Vivo en Backer Street, 57. Esté usted allí mañana,<br />
a las seis de la tarde. Entre sin llamar, cogiendo la llave de la<br />
puerta, que estará, como siempre, debajo d<strong>el</strong> limpiabarros. Mi criada es<br />
sorda y no debe usted preguntarla nada, porque acabarían usted y <strong>el</strong>la<br />
por hacerse un lío tremendo. Hasta mañana.<br />
Y Sherlock Holmes se levantó. Pasóse una mano por la despejada<br />
frente, tomó de una cajita de plata un polvillo de cocaína, lo absorbió<br />
por la nariz cuidadosamente para no perder ni una sola partícula, y, con la<br />
cabeza inclinada, en aqu<strong>el</strong> gesto tan suyo y tan personal, echó a andar<br />
rápidamente y no tardó en desaparecer al final de la avenida de las<br />
palmeras huérfanas. (Véanse planos nuevamente.)<br />
Eran las cinco y veinticinco y soplaba viento noroeste.