el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
186 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />
Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />
Una nueva pausa. Mateo González disparó la frase inap<strong>el</strong>able:<br />
—He venido a que me des unas pesetas, Arístides. Tú no puedes<br />
dejarme morir de hambre y de enfermedad en medio de la calle. Eres<br />
rico. Eres un viejo amigo. Te pido ese dinero a guisa de préstamo.<br />
Arístides se agitó en su sillón sin acertar a replicar nada por <strong>el</strong><br />
momento. Se acarició la barbilla, frunció las cejas, se inclinó sobre <strong>el</strong><br />
ventanal para contemplar la calle. Por fin se volvió hacia Mateo, como<br />
iluminado por una idea f<strong>el</strong>iz.<br />
—Es deplorable; es muy deplorable eso que te sucede —dijo—.<br />
Es francamente deplorable. Es deplorabilísimo. Y la verdad, Mateo, me<br />
das pena. ..<br />
Mateo se levantó indignado:<br />
—¡Ya comprendo que debo darte pena! Pero, pobre y caído, no<br />
te toleraré humillaciones.<br />
Arístides se levantó también y apoyó una de sus manos en <strong>el</strong><br />
hombro izquierdo d<strong>el</strong> náufrago.<br />
—Veo que no me entiendes —aclaró—. Me das pena, pero no<br />
por tu situación. Por lo que me das pena es porque te encuentro<br />
acobardado e incapaz de un arranque viril. Estás en la miseria. .. ¿Y<br />
debes conformarte con estarlo? ¿Debes recurrir a la petición? Eso<br />
entraña una cobardía. La vida es una lucha: un enorme campo de<br />
batalla; un sitio donde uno no debe rendirse. Todo combate en la<br />
vida: los animales, los <strong>el</strong>ementos, los hombres. Hay que luchar. Yo<br />
soy un luchador, y al hombre que me dijese "No tengo" le contestaría<br />
"Robe usted". Resignarse es morir. No te resignes nunca, Mateo. Y<br />
dispensa si ahora no puedo remediarte, pero este mes he tenido muchos<br />
gastos y nada puedo hacer por ti. Lo siento. Te juro que lo siento, y<br />
si...<br />
Lo fue empujando, empujando, y cuando Arístides acabó de<br />
hablar, Mateo se encontró en la escalera de la casa.<br />
Tuvo una crisis de dolor y de lágrimas. Llegó hasta <strong>el</strong> portal<br />
gimiendo como un sommier desvencijado.<br />
El viento frío de la noche le abarquilló <strong>el</strong> ala d<strong>el</strong> sombrero y<br />
le h<strong>el</strong>ó los bronquios.<br />
Entonces su dolor se convirtió en furia. Pateó la acera en medio<br />
de insultos feroces para Arístides, y, si no logró que su amigo oyera<br />
los insultos, por lo menos consiguió que los propios pies le entraran<br />
en calor.<br />
Por último, se calló. Sacó un pap<strong>el</strong> d<strong>el</strong> bolsillo, escribió en él<br />
unas líneas y volvió a subir a casa de Arístides.<br />
Abrió la misma donc<strong>el</strong>la; lo pasaron al mismo despacho...