08.05.2013 Views

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

UNA VIDA EXTRAORDINARIA O EL PODER<br />

DE LA IMAGINACIÓN<br />

Cuando comencé a aburrirme, que fue al acabar de besar manos de<br />

señora y de estrechar dedos de caballero, me refugié en un rincón, hasta donde<br />

llegaba mejor <strong>el</strong> perfume de las tuberosas que <strong>el</strong> escándalo de la orquesta.<br />

Me apoyé sobre una balaustrada que caía sobre <strong>el</strong> jardín y<br />

pensé:<br />

—He aquí todo preparado para una entrevista de amor. Es de noche;<br />

hay luna llena; <strong>el</strong> perfume d<strong>el</strong> jardín sube por la escala de la atmósfera hasta<br />

esta terraza; se oye una música lejana y estoy vestido de smoking... Para una<br />

entrevista de amor clásico no falta más que una dama extraordinaria junto a<br />

mí...<br />

Y apenas me había dicho aqu<strong>el</strong>lo, a la v<strong>el</strong>ocidad terrible d<strong>el</strong><br />

pensamiento (<strong>el</strong> pensamiento, según los últimos cálculos recorre en un<br />

segundo 7.839.456.768 kilómetros), apenas me había dicho aqu<strong>el</strong>lo una<br />

dama apareció en la terraza y se apoyó en la balaustrada a mi vera.<br />

Era alta, muy rubia; llevaba un traje amarillo. Parecía un lápiz Faber.<br />

Su cuerpo tenía laxitudes emocionantes, y los ojos eran grandes y ovalados;<br />

en <strong>el</strong> centro de <strong>el</strong>los las pupilas asemejaban dos confettis azules, en los que<br />

un pintor genial y minucioso hubiera dado dos pinc<strong>el</strong>aditas de purpurina.<br />

¿Tenía veinte años o treinta? Por la frescura de la pi<strong>el</strong> y la firmeza<br />

de sus líneas no se hubieran calculado más de veinte. Por la luz fatigada de<br />

sus miradas se la habría creído entrando ya en los treinta, y tal vez<br />

sobrepasándolos.<br />

Rocé su brazo derecho con mi brazo izquierdo para tener oportunidad de<br />

decirle:<br />

—Perdóneme... No la vi entrar. Creí que estaba solo...<br />

—Todos estamos solos aun cuando nos hallemos en medio de una<br />

multitud —replicó <strong>el</strong>la.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!