08.05.2013 Views

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

El <strong>libro</strong> d<strong>el</strong> <strong>convaleciente</strong> 97<br />

todas partes sin protesta, y, cada vez que Pontricacio Contricanis se<br />

aprestaba a referirme uno de sus r<strong>el</strong>atos ponía en marcha al taquígrafo y<br />

éste tomaba cé por bé todos los gestos de Pontricacio: es decir,<br />

taquigrafiaba la historia correspondiente.<br />

Entre los centenares de narraciones de mi tío que guardo<br />

cuidadosamente, hoy <strong>el</strong>ijo nueve de las más características y las doy a<br />

la imprenta, como he apuntado más atrás, para cumplir un compromiso<br />

editorial.<br />

Claro que es un poco desvergonzado por mi parte cobrar un<br />

trabajo cuyo esfuerzo corresponde a mi tío y al taquígrafo por partes<br />

iguales. Pero mi tío murió hace siete años en un choque de triciclos en<br />

Copenhague y por lo que afecta al taquígrafo, como está convencido de<br />

que es un perro "setter", con un hueso de cordero cumplo.<br />

La primera historia, que me "accionó" mi tío Contricanis cierta<br />

noche, en Palma de Mallorca, es como sigue:<br />

—Figúrate, hijo, que mi alma flotaba en las nubes compactas<br />

d<strong>el</strong> tedio cuando se me ocurrió penetrar en aqu<strong>el</strong> café. Era un café<br />

<strong>el</strong>egante y con <strong>el</strong>lo está dicho que era un café irresistible y altamente<br />

incómodo, porque un café <strong>el</strong>egante se diferencia de un café no <strong>el</strong>egante<br />

en que en <strong>el</strong> último puede uno permanecer a gusto varias horas por<br />

peseta y pico de gasto, mientras que en <strong>el</strong> primero hay que hacer un<br />

gasto mínimo de dos duros, y se está tan a disgusto que nadie se lanza a<br />

resistir en él más de diez minutos.<br />

Había poca gente. Atravesé <strong>el</strong> local y me dirigí a un camarero<br />

en busca de informes esenciales:<br />

—Tenga usted la bondad, ¿desde qué mesa se oye mejor la<br />

orquesta?<br />

—Desde aqu<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> extremo derecho, caballero.<br />

—Bien. Muchas gracias.<br />

Y fui a sentarme, naturalmente, en una mesa d<strong>el</strong> extremo<br />

izquierdo; porque yo soy capaz de acudir a un concierto a tomar café, pero<br />

soy incapaz de meterme en un café a oír un concierto. Opino que la<br />

música es buena para los sordos y para los que desean dormirse pronto;<br />

pero no concibo que se toque para ser oída por nadie, a excepción de<br />

los músicos, que necesitan oiría para copiarla.<br />

Otro camarero se me acercó solícito con una pregunta caprichosa<br />

extendida por <strong>el</strong> bigote:<br />

—¿El señor?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!