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el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

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278 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

Cuando volvió a Christianía, los periódicos le pidieron<br />

interviús, varios editores le rogaron que escribiese un <strong>libro</strong>, y todo <strong>el</strong><br />

país en masa aguardó con ansia la historia de sus peripecias en<br />

Australia.<br />

Y Portifax, en la soledad de su despacho, se mordió las uñas y<br />

lloró lágrimas cual balones de fútbol. ¿Era lícito contar la verdad?<br />

¿Era lícito decir que en dieciocho meses él no había encontrado<br />

nada de lo que contaban haber encontrado los demás exploradores<br />

d<strong>el</strong> Mundo? Sí. Sin duda era lícito. Pero hacerlo significaba tanto<br />

como exponerse a que nadie creyese que había estado en la<br />

Australia.<br />

Entonces Portifax hizo lo que hacen los hombres cuando una<br />

dama falta a una cita y los amigos le preguntan qué tal le fue con la<br />

dama: inventó lo que no había pasado.<br />

Escribió un <strong>libro</strong> prodigioso, titulado Diez días entre los<br />

"hipotecas", en donde narraba con verdadera maestría cómo esta tribu<br />

de insaciables caníbales le habían cogido prisionero, aprovechándose de<br />

un momento en que estaba distraído atándose un zapato; cómo había<br />

sido llevado a la presencia d<strong>el</strong> jefe, un viejo autor de cuplés al que la<br />

tribu había <strong>el</strong>evado al trono al convencerse de que era <strong>el</strong> más cafre de<br />

todos; cómo <strong>el</strong> jefe le obligó a bailar un blue en su presencia y cómo<br />

cuando acabó de bailar ordenó a sus cocineros que lo mataran, lo<br />

guisaran y se lo sirvieran, porque él cumplía <strong>el</strong> viejo consejo específico<br />

de agítese antes de usarlo.<br />

Luego la historia que Portifax se sacó de las meninges tomaba<br />

un tinte romántico. La hija d<strong>el</strong> jefe de la tribu se enamoraba de él<br />

con una fuerza de 40 C. V. y diciéndole:<br />

—Me tienes negra.<br />

Lo cual era completamente exacto.<br />

Y añadiendo después este piropo esqu<strong>el</strong>ético:<br />

—Estoy por tus huesos<br />

En lo que demostraba un gusto opuesto al de su padre, que<br />

había probado estar por la carne.<br />

El libio de Portifax concluía con la fuga d<strong>el</strong> explorador y la<br />

hija d<strong>el</strong> rey, capítulo maravilloso de donde son estas últimas frases:<br />

LA HIJA DEL REY — ¡Ya he hecho un blanco!<br />

PORTIFAX —- ¡Ya tengo la negra!<br />

En fin, algo verdaderamente pocho.<br />

LA GLORIA Y LA TRISTEZA<br />

Diez días entre los "hipotecas" tuvo tal éxito de venta que lo

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