el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />
El <strong>libro</strong> d<strong>el</strong> <strong>convaleciente</strong> 229<br />
LA CATÁSTROFE<br />
Lápiz (4 tarde). — Se sabe ya con toda clase de detalles lo ocurrido<br />
en la tarde de ayer en la mina "La m<strong>el</strong>odía de un tanguito".<br />
Hemos tenido ocasión de hablar con Isma<strong>el</strong> Prater, vigoroso<br />
obrero que se ha salvado milagrosamente d<strong>el</strong> grisú, y nos ha referido<br />
cosas extraordinarias.<br />
Isma<strong>el</strong> Prater es un hombre rubio, amigo de un fabricante de<br />
pianos de Budapest; en sus ojos, azules como un t<strong>el</strong>egrama, está reflejada<br />
todavía la aglutinada impresión que le produjo <strong>el</strong> siniestro. Sin<br />
embargo, la idea de que pensábamos convidarle a cerveza le llenó de<br />
optimismo, y cuando entramos en una cervecería próxima habló<br />
durante tres horas.<br />
LO QUE CUENTA PRATER<br />
—Yo —dice <strong>el</strong> heroico obrero— entré ayer en la mina como<br />
todos los días; de muy mala gana.<br />
—¿Presentía usted la catástrofe?<br />
—No. Es que me fastidiaba tener que trabajar. A todos los<br />
individuos de mi familia nos ha fastidiado siempre tener que trabajar.<br />
Le aseguramos que también nosotros somos parientes suyos, y<br />
él continúa:<br />
—Bajé en uno de los ascensores con seis compañeros más, y<br />
después de noventa y seis minutos de viaje, porque <strong>el</strong> ascensor se<br />
estropeó siete veces, llegamos a las galerías en explotación.<br />
—¡Ah! ¿Tenían ustedes galerías que explotaban?<br />
—Sí, claro.<br />
—Pero ¿explotaban antes de ocurrir la explosión?<br />
—Sí, sí...<br />
No nos atrevemos a denunciar <strong>el</strong> lío que acabamos de hacernos<br />
y la entrevista sigue en <strong>el</strong> mismo espiritual que empezó.<br />
Cogimos las herramientas —explica Prater—, y comenzamos a<br />
hincar <strong>el</strong> pico. Así fue pasando <strong>el</strong> tiempo; yo trabajaba con rabia.<br />
—Quería acabar pronto, ¿verdad?<br />
—No, no. Es que tenía un dolor de mu<strong>el</strong>as tremendo —responde<br />
Prater con la modestia habitual de los hombres que han sufrido mucho—.<br />
De pronto, a eso de las cinco, un compañero llamada Zacarías Rotgen,<br />
lanzó un grito que es familiar en los recibimientos de muchas casas a<br />
primeros de mes.<br />
—Pues ¿qué fue lo que gritó?