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La Destrucción de Jerusalén

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fe y <strong>de</strong> experiencia que estaban sostenidos por las Sagradas Escrituras y por el<br />

testimonio especial <strong>de</strong>l Espíritu <strong>de</strong> Dios. Creían haber adoptado en sus estudios <strong>de</strong> las<br />

Escrituras sanos principios <strong>de</strong> interpretación, y que era su <strong>de</strong>ber atenerse firmemente a<br />

las verda<strong>de</strong>s ya adquiridas, y perseguir más en el mismo camino <strong>de</strong> la investigación<br />

bíblica. Orando con fervor, volvieron a consi<strong>de</strong>rar su situación, y estudiaron las Santas<br />

Escrituras para <strong>de</strong>scubrir su error. Como no encontraran ninguno en su explicación <strong>de</strong><br />

los períodos proféticos, fueron inducidos a examinar más <strong>de</strong> cerca la cuestión <strong>de</strong>l<br />

santuario.<br />

En su investigación ellos aprendieron, que el santuario terrenal, construido por<br />

Moisés por mandato <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> acuerdo al mo<strong>de</strong>lo que se le mostró en el monte, “es un<br />

símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios:” que<br />

sus dos lugares santos fueron las figuras <strong>de</strong> las cosas celestiales,” que Cristo nuestro<br />

Sumo Sacerdote es un “ministro <strong>de</strong>l santuario, y <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro tabernáculo que erigió el<br />

Señor, y no el hombre;” que “no entró Cristo en un santuario hecho <strong>de</strong> mano, figura <strong>de</strong>l<br />

verda<strong>de</strong>ro, sino en el Cielo mismo para presentarse ahora por nosotros en la presencia<br />

<strong>de</strong> Dios.” (Hebreos 9:9,23; 8:2; 9:24.)<br />

El santuario celestial en el cual Jesús ministra, es el gran mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong>l cual el<br />

santuario edificado por Moisés no era más que trasunto. Dios puso su Espíritu sobre los<br />

que construyeron el santuario terrenal. <strong>La</strong> pericia artística <strong>de</strong>splegada en su construcción<br />

fue una manifestación <strong>de</strong> la sabiduría divina. <strong>La</strong>s pare<strong>de</strong>s tenían aspecto <strong>de</strong> oro macizo,<br />

y reflejaban en todas direcciones (260) la luz <strong>de</strong> las siete lámparas <strong>de</strong>l can<strong>de</strong>lero <strong>de</strong> oro.<br />

<strong>La</strong> mesa <strong>de</strong> los panes <strong>de</strong> la proposición y el altar <strong>de</strong>l incienso relucían como oro<br />

bruñido. <strong>La</strong> magnífica cubierta que formaba el techo, recamada con figuras <strong>de</strong> ángeles<br />

en azul, púrpura y escarlata, realzaba la belleza <strong>de</strong> la escena. Y más allá <strong>de</strong>l segundo<br />

velo estaba la santa shekina, la manifestación visible <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> Dios, ante la cual<br />

sólo el sumo sacerdote podía entrar y sobrevivir. El esplendor incomparable <strong>de</strong>l<br />

tabernáculo terrenal reflejaba a la vista humana la gloria <strong>de</strong> aquel templo celestial don<strong>de</strong><br />

Cristo, nuestro precursor, ministra por nosotros ante el trono <strong>de</strong> Dios.<br />

Como el santuario terrenal tenía dos <strong>de</strong>partamentos, el santo y el santísimo, así<br />

también hay dos lugares santos en el santuario celestial. Y el arca conteniendo la ley <strong>de</strong><br />

Dios, el altar <strong>de</strong> incienso, y otros instrumentos <strong>de</strong> servicio que se encontraban abajo en<br />

el santuario, teniendo también su contraparte en el santuario arriba. En visión santa se le<br />

permitió al apóstol San Juan entrar al Cielo, y allí miró el can<strong>de</strong>lero y el altar <strong>de</strong><br />

incienso, y como “el santuario <strong>de</strong> Dios fue abierto,” él miró también “el arca <strong>de</strong> su<br />

pacto.” (Apocalipsis 4:5; 8:3; 11:19.)<br />

Estos que estaban buscando la verdad encontraron pruebas irrefutables <strong>de</strong> la<br />

existencia <strong>de</strong> un santuario en el Cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un<br />

mo<strong>de</strong>lo que le fue enseñado. San Pablo <strong>de</strong>clara que ese mo<strong>de</strong>lo era el verda<strong>de</strong>ro<br />

santuario que está en el Cielo. San Juan afirma que lo vio en el Cielo.<br />

En el templo celestial, la morada <strong>de</strong> Dios, su trono está asentado en juicio y en<br />

justicia. En el lugar santísimo está su ley, la gran (261) regla <strong>de</strong> justicia por la cual es<br />

probada toda la humanidad. El arca, que contiene las tablas <strong>de</strong> la ley, está cubierta con<br />

el propiciatorio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor <strong>de</strong>l pecador. Así se<br />

representa la unión <strong>de</strong> la justicia y <strong>de</strong> la misericordia en el plan <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción humana.<br />

Sólo la sabiduría infinita podía i<strong>de</strong>ar semejante unión, y sólo el po<strong>de</strong>r infinito podía<br />

realizarla; es una unión que llena todo el Cielo <strong>de</strong> admiración y adoración. Los<br />

querubines <strong>de</strong>l santuario terrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio,<br />

representaban el interés con el cual las huestes celestiales contemplan la obra <strong>de</strong><br />

re<strong>de</strong>nción. Es el misterio <strong>de</strong> misericordia que los ángeles <strong>de</strong>sean contemplar, a saber:<br />

que Dios pue<strong>de</strong> ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda<br />

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