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La Destrucción de Jerusalén

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<strong>de</strong> la palabra. No concierne a nosotros lo que los Padres han hecho, sino lo que ellos<br />

<strong>de</strong>berían haber hecho.”<br />

Barnes y Frith, fieles amigos <strong>de</strong> Tyndale, se levantaron en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la verdad.<br />

Siguieron <strong>de</strong>spués Cranmer y los Ridley. Estos caudillos <strong>de</strong> la Reforma inglesa eran<br />

hombres instruidos, y casi todos habían sido muy estimados por su fervor y su piedad<br />

cuando estuvieron en la comunión <strong>de</strong> la iglesia romana. Su oposición al papado fue<br />

resultado <strong>de</strong>l conocimiento que tuvieron <strong>de</strong> los errores <strong>de</strong> la “santa se<strong>de</strong>.” Por estar<br />

familiarizados con los misterios <strong>de</strong> Babilonia, tuvieron más po<strong>de</strong>r para alegar contra ella<br />

(172.)<br />

“¿Sabe, - dijo Látimer, - quién es el obispo más diligente en Inglaterra? Ya veo<br />

que usted espera escuchar que yo lo nombre. Le diré, es el diablo. Él nunca esta fuera <strong>de</strong><br />

su diócesis; nunca le encontrará <strong>de</strong>socupado. Llama por él al tiempo que tú quieras,<br />

siempre esta en casa, siempre esta en el arado. Nunca le encontraras remiso, te<br />

garantizo. Don<strong>de</strong> el diablo es resi<strong>de</strong>nte, allí fuera los libros, y arriba con velas, fuera las<br />

Biblias, y arriba con rosarios. Fuera la luz <strong>de</strong>l Evangelio, y arriba con la luz <strong>de</strong> velas <strong>de</strong><br />

cera. Sí, al mediodía; abajo con la cruz <strong>de</strong> Cristo, arriba con el ratero <strong>de</strong>l purgatorio.<br />

Fuero con vestir al <strong>de</strong>snudo, el pobre, el impotente, arriba con el adorno <strong>de</strong> imágenes y<br />

el embellecimiento encantador <strong>de</strong> piedras y mercancías, abajo con Dios y su santísima<br />

palabra; arriba con tradiciones, concilios humanos, y un papa cegado.”... ¡Mal haya que<br />

no sean nuestros prelados tan diligentes en sembrar buenas doctrinas como Satanás lo es<br />

para sembrar abrojos y cizaña!”<br />

El gran principio sostenido por Tyndale, Frith, Látimer, y los Ridley, era la<br />

autoridad divina y suficiencia <strong>de</strong> las Sagradas Escrituras. Rechazaron la autoridad<br />

fingida <strong>de</strong> papas, concilios, Padres, y reyes mandar la conciencia en asuntos <strong>de</strong> fe<br />

religiosa. <strong>La</strong> Biblia era su norma, y a esta ellos trajeron todas las doctrinas y todas las<br />

<strong>de</strong>mandas.<br />

<strong>La</strong> fe en Dios y en su Palabra era la que sostenía a estos santos varones cuando<br />

entregaban su vida en la hoguera. “Ten buen ánimo - <strong>de</strong>cía Látimer a su compañero <strong>de</strong><br />

martirio cuando las llamas estaban a punto <strong>de</strong> acallar sus voces, - que en este día<br />

encen<strong>de</strong>remos una luz tal en Inglaterra, que, confío en la gracia <strong>de</strong> Dios, jamás se<br />

apagará.” (173.)<br />

<strong>La</strong> iglesia <strong>de</strong> Inglaterra, siguiendo en los pasos <strong>de</strong> Roma, persiguió a disi<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong> la fe establecida. En el siglo XVII millares <strong>de</strong> pastores piadosos fueron <strong>de</strong>puestos <strong>de</strong><br />

sus cargos. Se le prohibió al pueblo bajo pena <strong>de</strong> fuertes multas, prisión y <strong>de</strong>stierro, que<br />

asistiera a cualesquiera reuniones religiosas que no fueran las sancionadas por la<br />

iglesia. Los que no pudieron <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> reunirse para adorar a Dios, tuvieron que hacerlo<br />

en callejones obscuros, en sombrías buhardillas y, en estaciones propicias, en los<br />

bosques a medianoche. En la protectora espesura <strong>de</strong> la floresta, como en templo hecho<br />

por Dios mismo, aquellos esparcidos y perseguidos hijos <strong>de</strong>l Señor, se reunían para<br />

<strong>de</strong>rramar sus almas en plegarias y alabanzas. Pero a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> todas estas<br />

precauciones muchos sufrieron por su fe. <strong>La</strong>s cárceles rebosaban. <strong>La</strong>s familias eran<br />

divididas. Muchos fueron <strong>de</strong>sterrados a tierras extrañas. Sin embargo, Dios estaba con<br />

su pueblo y la persecución no podía acallar su testimonio. Muchos cruzaron el océano y<br />

se establecieron en Norteamérica, don<strong>de</strong> echaron los cimientos <strong>de</strong> la libertad civil y<br />

religiosa que fueron baluarte y gloria <strong>de</strong> los Estados Unidos.<br />

Como en los tiempos apostólicos, la persecución contribuyó al progreso <strong>de</strong>l<br />

Evangelio. En una asquerosa mazmorra atestada <strong>de</strong> reos y libertinos, Juan Bunyan<br />

respiró el verda<strong>de</strong>ro ambiente <strong>de</strong>l Cielo y escribió su maravillosa alegoría <strong>de</strong>l viaje <strong>de</strong>l<br />

peregrino <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción a la ciudad celestial. Por más <strong>de</strong> doscientos años<br />

aquella voz habló <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Bedford con po<strong>de</strong>r penetrante a los corazones <strong>de</strong><br />

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