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La Destrucción de Jerusalén

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Los jefes <strong>de</strong> los bandos opuestos hacían a veces causa común para <strong>de</strong>spojar y<br />

torturar a sus <strong>de</strong>sgraciadas víctimas, y otras veces esas mismas facciones peleaban unas<br />

con otras y se daban muerte sin misericordia; ni la santidad <strong>de</strong>l templo podía refrenar su<br />

ferocidad. Los fieles eran <strong>de</strong>rribados al pie <strong>de</strong> los altares, y el santuario era mancillado<br />

por los cadáveres <strong>de</strong> aquellas carnicerías. No obstante, en su necia y abominable<br />

presunción, los instigadores <strong>de</strong> la obra infernal <strong>de</strong>claraban públicamente que no temían<br />

que <strong>Jerusalén</strong> fuese <strong>de</strong>struida, pues era la ciudad <strong>de</strong> Dios; y, con el propósito <strong>de</strong> afianzar<br />

(30) su satánico po<strong>de</strong>r, sobornaban a falsos profetas para que proclamaran que el pueblo<br />

<strong>de</strong>bía esperar la salvación <strong>de</strong> Dios, aunque ya el templo estaba sitiado por las legiones<br />

romanas. Hasta el fin las multitu<strong>de</strong>s creyeron firmemente que el Todopo<strong>de</strong>roso<br />

intervendría para <strong>de</strong>rrotar a sus adversarios. Pero Israel había <strong>de</strong>spreciado la protección<br />

<strong>de</strong> Dios, y no había ya <strong>de</strong>fensa alguna para él. ¡Desdichada <strong>Jerusalén</strong>! Mientras la<br />

<strong>de</strong>sgarraban las contiendas intestinas y la sangre <strong>de</strong> sus hijos, <strong>de</strong>rramada por sus<br />

propias manos, teñía sus calles <strong>de</strong> carmesí, los ejércitos enemigos echaban a tierra sus<br />

fortalezas y mataban a sus guerreros.<br />

Todas las predicciones <strong>de</strong> Cristo acerca <strong>de</strong> la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> <strong>Jerusalén</strong> se<br />

cumplieron al pie <strong>de</strong> la letra; los judíos palparon la verdad <strong>de</strong> aquellas palabras <strong>de</strong><br />

advertencia <strong>de</strong>l Señor: “Con la medida que medís, se os medirá.” (S. Mateo 7:2.)<br />

Aparecieron muchas señales y maravillas como síntomas precursores <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sastre y <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>nación. Un cometa semejante a una flamante espada, estuvo<br />

suspendido sobre la ciudad por un año. Una luz sobrenatural fue vista revolotear sobre<br />

el templo. En las nubes se vieron los carros <strong>de</strong> guerra en preparación para la batalla.<br />

Misteriosas voces en el atrio <strong>de</strong>l templo proferían palabras <strong>de</strong> amenaza, “Vamos a salir<br />

<strong>de</strong> aquí.” <strong>La</strong> puerta oriental <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong>l patio, la cual era <strong>de</strong> latón y tan pesada que<br />

con dificultad era cerrada por una veintena <strong>de</strong> hombres, y teniendo unos pernos largos<br />

firmemente clavados en el pavimento, fue vista a la media noche abrirse como por si<br />

misma.<br />

Durante siete años un hombre recorrió continuamente las calles <strong>de</strong> <strong>Jerusalén</strong><br />

anunciando las calamida<strong>de</strong>s que iban a caer sobre la ciudad. De día y <strong>de</strong> noche entonaba<br />

la frenética en<strong>de</strong>cha: “Voz <strong>de</strong>l (31) oriente, voz <strong>de</strong>l occi<strong>de</strong>nte, voz <strong>de</strong> los cuatro vientos,<br />

voz contra <strong>Jerusalén</strong> y contra el templo, voz contra el esposo y la esposa, voz contra<br />

todo el pueblo.” Este extraño personaje fue encarcelado y azotado sin que exhalase una<br />

queja. A los insultos que le dirigían y a las burlas que le hacían, no contestaba sino con<br />

estas palabras: “¡Ay <strong>de</strong> <strong>Jerusalén</strong>! ¡Ay, ay <strong>de</strong> sus moradores!” y sus tristes presagios no<br />

<strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> oírse sino cuando encontró la muerte en el sitio que él había predicho.<br />

Ni un solo cristiano pereció en la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> <strong>Jerusalén</strong>. Cristo había<br />

prevenido a sus discípulos, y todos los que creyeron sus palabras esperaron atentamente<br />

las señales prometidas. Después que los romanos ro<strong>de</strong>aron la ciudad, ellos<br />

inesperadamente retiraron sus fuerzas, cuando todo parecía favorable para un ataque<br />

inmediato. En la provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios la señal prometida fue dada para los cristianos que<br />

esperaban y sin esperar ni un momento se encaminaron hacia un lugar seguro, la ciudad<br />

<strong>de</strong> Pella, en tierra <strong>de</strong> Perea, más allá <strong>de</strong>l Jordán.<br />

Terribles fueron las calamida<strong>de</strong>s que sobrecayeron sobre <strong>Jerusalén</strong> en el asedio<br />

<strong>de</strong> la ciudad por Tito. El último intento <strong>de</strong>sesperado fue hecho durante la pascua cuando<br />

millones <strong>de</strong> judíos se reunieron <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sus muros para celebrar el festival nacional.<br />

Si sus tiendas <strong>de</strong> provisión, hubieran sido administradas con cuidado, habrían sido<br />

suficientes para alimentar a sus habitantes por años, habían sido previamente <strong>de</strong>struidos<br />

por causa <strong>de</strong> los celos y la venganza <strong>de</strong> los factores contendientes, y ahora todos los<br />

horrores <strong>de</strong> la hambruna fueron experimentados. Una medida <strong>de</strong> trigo fue vendida por<br />

un talento. Gran número <strong>de</strong> personas robaban por la noche, para apaciguar su hambre<br />

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