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La Destrucción de Jerusalén

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pedir que seáis llenos <strong>de</strong>l cabal conocimiento <strong>de</strong> su voluntad en toda sabiduría e<br />

inteligencia espiritual. Para que andéis como es digno <strong>de</strong>l Señor, agradándole en todo,<br />

llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el pleno conocimiento <strong>de</strong> Dios;<br />

fortalecidos con todo po<strong>de</strong>r, conforme a la (305) potencia <strong>de</strong> su gloria, para toda<br />

paciencia y longanimidad.” (Colosenses 1:9-11.) Tales son los frutos <strong>de</strong> santificación<br />

Bíblica.<br />

Poniendo a un lado las <strong>de</strong>mandas <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios, la iglesia ha perdido <strong>de</strong> vista<br />

las bendiciones <strong>de</strong>l evangelio. Conversión <strong>de</strong> la Biblia y santificación, - un cambio<br />

radical <strong>de</strong> corazón y transformación <strong>de</strong> carácter, - es la necesidad gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> las iglesias<br />

<strong>de</strong> hoy. Los reavivamientos en que hombres se hacen miembros <strong>de</strong> la iglesia sin<br />

convicción verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> pecado, sin arrepentimiento, y sin reconocer las <strong>de</strong>mandas <strong>de</strong><br />

la ley <strong>de</strong> Dios, es una causa <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad a la iglesia, y una ocasión <strong>de</strong> tropiezo al mundo<br />

(306.)<br />

Capítulo XXIII<br />

________<br />

El Juicio Investigador<br />

“Estuve mirando, - dice el profeta Daniel, - hasta que fueron puestos tronos, y se<br />

sentó un Anciano <strong>de</strong> muchos días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo <strong>de</strong><br />

su cabeza como lana limpia; su trono llama <strong>de</strong> fuego, y las ruedas <strong>de</strong>l mismo, fuego<br />

ardiente. Un río <strong>de</strong> fuego procedía y salía <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él; el Juez se sentó, y los libros<br />

fueron abiertos.” “Seguía yo mirando en la visión <strong>de</strong> la noche, y he aquí, con las nubes<br />

<strong>de</strong>l Cielo venía uno como un hijo <strong>de</strong> hombre, que vino hasta el Anciano <strong>de</strong> muchos días,<br />

y le hicieron acercarse <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que<br />

todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran, su dominio es dominio eterno, que<br />

nunca pasará, y su reino, un reino que no será <strong>de</strong>struido jamás.” (Daniel 7:9,10,13,14.)<br />

Así se presentó a la visión <strong>de</strong>l profeta la abertura <strong>de</strong>l Juicio investigador. <strong>La</strong><br />

venida <strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong>scrita aquí no es su segunda venida a la tierra. Él viene hacia el<br />

Anciano <strong>de</strong> días en el Cielo para recibir el dominio y la gloria, y un reino, que le será<br />

dado a la conclusión <strong>de</strong> su obra <strong>de</strong> mediador. Es esta venida, y no su (307) segundo<br />

advenimiento a la tierra, la que la profecía predijo que había <strong>de</strong> realizarse al fin <strong>de</strong> los<br />

2.300 días en 1844. Acompañado por un nube <strong>de</strong> ángeles celestiales, nuestro gran Sumo<br />

Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí, en la presencia <strong>de</strong> Dios, da principio a los<br />

últimos actos <strong>de</strong> su ministerio en beneficio <strong>de</strong>l hombre, a saber, cumplir la obra <strong>de</strong>l<br />

juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener <strong>de</strong>recho a ella.<br />

“Fueron juzgados los muertos - dice San Juan, - por las cosas que estaban<br />

escritas en los libros, según sus obras.” (Apocalipsis 20:12.) Los ángeles <strong>de</strong> Dios han<br />

mantenido un registro fiel <strong>de</strong> las vidas <strong>de</strong> todos, y serán juzgados según sus acciones.<br />

En vista <strong>de</strong> este Juicio, San Pedro exhortando los hombres <strong>de</strong> Israel: “Así que,<br />

arrepentíos y convertíos para que sean borrados, vuestros pecados; para que vengan <strong>de</strong><br />

la presencia <strong>de</strong>l Señor tiempos <strong>de</strong> refrigerio, y Él envíe a Jesucristo,” “a quien el Cielo<br />

<strong>de</strong>be guardar hasta los tiempos <strong>de</strong> la restauración <strong>de</strong> todas las cosas, <strong>de</strong> los que habló<br />

Dios por boca <strong>de</strong> sus santos profetas que hubo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la antigüedad.” (Hechos 3:19-21.)<br />

El Cristo Él mismo <strong>de</strong>clara: “El que venza será vestido <strong>de</strong> vestiduras blancas; y<br />

no borraré su nombre <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> la vida, y confesaré su nombre <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi Padre y<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus ángeles.” (Apocalipsis 3:5.) Otra vez Él dijo a sus discípulos: “A<br />

cualquiera, pues, que me confiese <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los hombres, yo también le confesaré<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi Padre que está en los Cielos. Y a cualquiera que me niegue <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los<br />

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