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La Destrucción de Jerusalén

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enfermedad <strong>de</strong>l alma. Perdí enteramente el gusto por otra lectura, y me apliqué <strong>de</strong><br />

corazón a adquirir sabiduría <strong>de</strong> Dios.”<br />

Ahora él hizo pública profesión <strong>de</strong> fe en la religión que había <strong>de</strong>spreciado antes.<br />

Pero sus compañeros incrédulos no tardaron en aducir todos aquellos argumentos <strong>de</strong><br />

que él mismo había echado mano a menudo contra la autoridad divina <strong>de</strong> las Santas<br />

Escrituras. Él no estaba todavía preparado para contestarles; pero se dijo que si la Biblia<br />

es una revelación <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>bía ser consecuente consigo misma; y que habiendo sido<br />

dada para instrucción <strong>de</strong>l hombre, <strong>de</strong>bía estar adaptada a su inteligencia. Resolvió<br />

estudiar las Sagradas Escrituras por su cuenta, y averiguar si toda contradicción<br />

aparente no podía armonizarse.<br />

Procurando poner a un lado toda opinión preconcebida y prescindiendo <strong>de</strong> todo<br />

comentario, comparó pasaje con pasaje con la ayuda <strong>de</strong> las referencias marginales y <strong>de</strong><br />

la concordancia. Prosiguió su estudio <strong>de</strong> un modo regular y metódico; empezando con<br />

(204) el Génesis y leyendo versículo por versículo, no pasaba a<strong>de</strong>lante sino cuando el<br />

que estaba estudiando quedaba aclarado, <strong>de</strong>jándole libre <strong>de</strong> toda perplejidad. Cuando<br />

encontraba algún pasaje obscuro, solía compararlo con todos los <strong>de</strong>más textos que<br />

parecían tener alguna referencia con el asunto en cuestión. Reconocía a cada palabra el<br />

sentido que le correspondía en el tema <strong>de</strong> que trataba el texto, y si la i<strong>de</strong>a que <strong>de</strong> él se<br />

formaba armonizaba con cada pasaje colateral, la dificultad <strong>de</strong>saparecía. Así, cada vez<br />

que daba con un pasaje difícil <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r, encontraba la explicación en alguna otra<br />

parte <strong>de</strong> las Santas Escrituras. A medida que estudiaba y oraba fervorosamente para que<br />

Dios le alumbrara, lo que antes le había parecido obscuro se le aclaraba. Experimentaba<br />

la verdad <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong>l salmista: “Al abrirse, iluminan tus palabras; Hacen<br />

enten<strong>de</strong>r a los sencillos.” (Salmos 119:130.)<br />

Después <strong>de</strong> dos años <strong>de</strong> investigación cuidadosa, quedó completamente<br />

satisfecho, que la Biblia es su propio intérprete; que es un sistema <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>s reveladas<br />

tan clara y simplemente dadas que el que anduviere en este camino, por torpe que sea,<br />

no se extraviará; que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para<br />

redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3: 16), que “nunca la<br />

profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres <strong>de</strong> Dios hablaron<br />

siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2 S. Pedro 1:21.) Que fue escrita “para<br />

nuestra enseñanza,...a fin <strong>de</strong> que por medio <strong>de</strong> la paciencia y <strong>de</strong> la consolación <strong>de</strong> las<br />

Escrituras, tengamos esperanza.” (Romanos 15:4.)<br />

Con profundo interés estudió los libros <strong>de</strong> Daniel (205) y el Apocalipsis,<br />

siguiendo los mismos principios <strong>de</strong> interpretación que en lo <strong>de</strong>más libros <strong>de</strong> la Biblia, y<br />

con gran gozo comprobó que los símbolos proféticos podían ser comprendidos. Los<br />

ángeles <strong>de</strong>l Cielo guiaban su mente, y abriendo a su entendimiento profecías que alguna<br />

vez habían sido oscuras al pueblo <strong>de</strong> Dios. Eslabón tras eslabón <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> verdad<br />

recompensaban sus esfuerzos; paso a paso calcaba las gran<strong>de</strong>s líneas <strong>de</strong> profecía, hasta<br />

que alcanzó la conclusión solemne que en pocos años el Hijo <strong>de</strong> Dios vendría por<br />

segunda vez, en po<strong>de</strong>r y gloria, y que los eventos conectados con ese advenimiento y<br />

que el tiempo <strong>de</strong> gracia para la humanidad se cerraría acerca <strong>de</strong>l año 1843.<br />

Profundamente impresionado por estas verda<strong>de</strong>s importantes, sintió que era su<br />

<strong>de</strong>ber dar la advertencia al mundo. Esperaba encontrar oposición <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> los impíos,<br />

pero estaba seguro <strong>de</strong> que todos los cristianos se alegrarían en la esperanza <strong>de</strong> ir al<br />

encuentro <strong>de</strong>l Salvador a quien profesaban amar. Lo único que temía era que en su gran<br />

júbilo por la perspectiva <strong>de</strong> la gloriosa liberación que <strong>de</strong>bía cumplirse tan pronto,<br />

muchos recibiesen la doctrina sin examinar <strong>de</strong>tenidamente las Santas Escrituras para ver<br />

si era la verdad. De aquí que vacilara en presentarla, por temor <strong>de</strong> estar errado y <strong>de</strong><br />

hacer <strong>de</strong>scarriar a otros. Esto le indujo a revisar las pruebas que apoyaban las<br />

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