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La Destrucción de Jerusalén

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Biblia. El apóstol San Pablo <strong>de</strong>clarando a la iglesia <strong>de</strong> Tesalónica: “porque ésta es la<br />

voluntad (298) <strong>de</strong> Dios: vuestra santificación.” (1 Tesalonicenses 4:3.) Y otra vez él oró.<br />

“el mismo Dios <strong>de</strong> paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y<br />

cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida <strong>de</strong> nuestro Señor Jesucristo.” (1<br />

Tesalonicenses 5:23.) Pero la santificación ahora tan extensamente <strong>de</strong>fendida no es la<br />

que se trae a vista en las Escrituras. Es falsa en teoría, y peligrosa en sus resultados<br />

prácticos.<br />

Sus <strong>de</strong>fensores enseñan que la ley <strong>de</strong> Dios es un yugo penoso, y que por fe en<br />

Cristo, se sueltan hombres <strong>de</strong> toda obligación <strong>de</strong> guardar los mandamientos <strong>de</strong> su Padre.<br />

<strong>La</strong> santificación <strong>de</strong> que habla la Biblia es una conformidad a la voluntad <strong>de</strong> Dios,<br />

lograda para dar obediencia a su ley, a través <strong>de</strong> fe en su Hijo. Nuestro Salvador oró por<br />

sus discípulos: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (S. Juan 17:17.) No<br />

hay santificación genuina excepto a través <strong>de</strong> obediencia a la verdad; y el salmista<br />

<strong>de</strong>clara: “tu ley es verdad.” (Salinos 119:142.) <strong>La</strong> ley <strong>de</strong> Dios es la única norma <strong>de</strong><br />

perfección moral. Se ejemplificó esa ley en la vida <strong>de</strong> Cristo. Él dice: “yo he guardado<br />

los mandamientos <strong>de</strong> mi Padre.” (S. Juan 15:10.) Y el apóstol San Juan afirma. “El que<br />

dice que permanece en Él, <strong>de</strong>be andar como Él anduvo.” Y otra vez: “este es el amor <strong>de</strong><br />

Dios, que guar<strong>de</strong>mos sus mandamientos.” (1 Juan 2:6; 5:3.) Los que aman a Dios<br />

amarán sus mandamientos también. El corazón verda<strong>de</strong>ramente santificado esta en<br />

armonía con los preceptos divinos; porque ellos son “santos, y justos, y buenos.”<br />

Solamente cuando la ley <strong>de</strong> Dios es puesta a un lado, y los hombres no tienen<br />

norma <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho, ni medios <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir el (299) pecado, así los mortales equivocados<br />

pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>mandar santidad perfecta. Pero que ninguno se engañe a sí mismo con la<br />

creencia <strong>de</strong> que Dios los aceptará y los bendice mientras que voluntariosamente violan<br />

uno <strong>de</strong> sus requisitos. <strong>La</strong> comisión <strong>de</strong> un pecado conocido hace callar la voz testificante<br />

<strong>de</strong>l Espíritu, y separa el alma <strong>de</strong> Dios. Jesús no pue<strong>de</strong> soportar en el corazón que se<br />

<strong>de</strong>satienda la ley divina. Dios honrará solamente a aquellos que le honran. “Todo aquel<br />

que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción <strong>de</strong> la ley.”<br />

“Todo aquel que le obe<strong>de</strong>ce a Él, no continúa pecando, todo aquel que continúa<br />

pecando, no le ha visto, ni le ha conocido.” (1 Juan 3:4,6.) Sin embargo San Juan en sus<br />

epístolas trata tan completamente sobre el amor, y si él no vacila en revelar el carácter<br />

verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> esa clase que <strong>de</strong>manda ser santificada mientras vive en transgresión <strong>de</strong> la<br />

ley <strong>de</strong> Dios: “El que dice: Yo he llegado a conocerle, y no guarda sus mandamientos, es<br />

un mentiroso, la verdad no está en él.” (1 Juan 2:4.)<br />

Se cree por muchos que la santificación es instantáneamente alcanzada.<br />

“Solamente cree, - dicen ellos, - y la bendición es tuya.” No se requiere más esfuerzo <strong>de</strong><br />

parte <strong>de</strong>l receptor. Pero la Biblia enseña que la santificación es progresiva. El cristiano<br />

sentirá los impulsos <strong>de</strong>l pecado, pero él continuará una guerra constante en contra. Aquí<br />

es don<strong>de</strong> se necesita la ayuda <strong>de</strong> Cristo. <strong>La</strong> <strong>de</strong>bilidad humana se une a la fuerza divina,<br />

y la fe exclama: “gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio <strong>de</strong> nuestro<br />

Señor Jesucristo.” (1 Corintios 15:57.) San Pablo exhorta a sus hermanos: “procurad<br />

vuestra salvación con temor y temblor;” (Filipenses 2:12) (300.) Y con respecto a sí<br />

mismo él <strong>de</strong>clara: “prosigo hacia la meta, para conseguir el premio <strong>de</strong>l supremo<br />

llamamiento <strong>de</strong> Dios en Cristo Jesús.”(Filipenses 3:14.) Los pasos sucesivos en el logro<br />

<strong>de</strong> santificación <strong>de</strong> la Biblia son puestos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros en las palabras <strong>de</strong> San<br />

Pedro: “poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud<br />

conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la<br />

paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” “Por lo cual,<br />

hermanos, sed tanto más diligentes en afianzar vuestro llamamiento y vuestra elección;<br />

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