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La Destrucción de Jerusalén

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Pasaron así la primavera, el verano y el otoño, y llegó el invierno, y Lutero<br />

seguía aún secuestrado. Ya exultaban Aleandro y sus partidarios al consi<strong>de</strong>rar casi<br />

apagada la luz <strong>de</strong>l Evangelio. Pero, en vez <strong>de</strong> ser esto así, el reformador estaba llenando<br />

su lámpara en los almacenes <strong>de</strong> la verdad y su luz iba a brillar con <strong>de</strong>slumbrantes<br />

fulgores.<br />

En la amigable seguridad que disfrutaba en la Wartburg, se congratulaba Lutero<br />

por haber sido sustraído por algún tiempo al calor y al alboroto <strong>de</strong>l combate. Pero no<br />

podía encontrar satisfacción en prolongado <strong>de</strong>scanso. Acostumbrado a la vida activa y<br />

al rudo combate, no podía quedar mucho tiempo ocioso. En aquellos días <strong>de</strong> soledad,<br />

tenía siempre presente la situación <strong>de</strong> la iglesia, y exc1amaba <strong>de</strong>sesperado: “¡Ay! ¡Y<br />

que no haya nadie en este último día <strong>de</strong> su ira, que que<strong>de</strong> en pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Señor como<br />

un muro, para salvar a Israel!” También pensaba en sí mismo y tenía miedo <strong>de</strong> ser<br />

tachado <strong>de</strong> cobardía por haber huido <strong>de</strong> la lucha. Se reprochaba su indolencia y la<br />

indulgencia con que se trataba a sí mismo. Y no obstante esto, estaba haciendo<br />

diariamente más <strong>de</strong> lo que hubiera podido hacer un hombre solo. Su pluma no<br />

permanecía nunca ociosa. En el momento en que sus enemigos se lisonjeaban <strong>de</strong> haberle<br />

acallado, los asombraron y confundieron las pruebas tangibles <strong>de</strong> su actividad. Un<br />

sinnúmero <strong>de</strong> tratados, provenientes <strong>de</strong> su pluma, circulaban por toda Alemania.<br />

También prestó entonces valioso servicio a sus compatriotas al traducir al alemán el<br />

Nuevo Testamento. Des<strong>de</strong> su Patmos perdido entre riscos siguió casi un año<br />

proclamando el Evangelio y censurando los pecados y los errores <strong>de</strong> su tiempo (142.)<br />

Pero no fue únicamente para preservar a Lutero <strong>de</strong> la ira <strong>de</strong> sus enemigos, ni<br />

para darle un tiempo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso en el que pudiese hacer estos importantes trabajos,<br />

para lo que Dios separó a su siervo <strong>de</strong>l escenario <strong>de</strong> la vida pública. Había otros<br />

resultados más preciosos que alcanzar. En el <strong>de</strong>scanso y en la obscuridad <strong>de</strong> su montaña<br />

solitaria, quedó Lutero sin auxilio humano y fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> las alabanzas y <strong>de</strong> la<br />

admiración <strong>de</strong> los hombres. Así fue salvado <strong>de</strong>l orgullo y <strong>de</strong> la confianza en sí mismo,<br />

que a menudo son frutos <strong>de</strong>l éxito. Por medio <strong>de</strong>l sufrimiento y <strong>de</strong> la humillación fue<br />

preparado para andar con firmeza en las vertiginosas alturas adon<strong>de</strong> había sido llevado<br />

<strong>de</strong> repente.<br />

A la vez que los hombres se regocijan en la libertad que les da el conocimiento<br />

<strong>de</strong> la verdad, se sienten inclinados a ensalzar a aquellos <strong>de</strong> quienes Dios se ha valido<br />

para romper las ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> la superstición y <strong>de</strong>l error. Satanás procura distraer <strong>de</strong> Dios<br />

los pensamientos y los afectos <strong>de</strong> los hombres y hacer que se fijen en los agentes<br />

humanos; induce a los hombres a dar honra al mero instrumento, ocultándole la Mano<br />

que dirige todos los sucesos <strong>de</strong> la provi<strong>de</strong>ncia. Con <strong>de</strong>masiada frecuencia acontece que<br />

los maestros religiosos así alabados y reverenciados pier<strong>de</strong>n <strong>de</strong> vista su <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />

Dios y sin sentirlo empiezan a confiar en sí mismos. Resulta entonces que quieren<br />

gobernar el espíritu y la conciencia <strong>de</strong>l pueblo, el cual esta dispuesto a consi<strong>de</strong>rarlos<br />

como guías en vez <strong>de</strong> mirar a la Palabra <strong>de</strong> Dios. <strong>La</strong> obra <strong>de</strong> Reforma ve así frenada su<br />

marcha por el espíritu que domina a los que la sostienen. Dios quiso evitar este peligro<br />

a la Reforma. Quiso que esa obra recibiese, no la marca <strong>de</strong> los hombres, sino la<br />

impresión <strong>de</strong> Dios. Los ojos <strong>de</strong> los hombres estaban fijos en Lutero como en el<br />

expositor <strong>de</strong> la verdad; pero él fue arrebatado <strong>de</strong> en medio <strong>de</strong> ellos para que todas las<br />

miradas se dirigieran al eterno Autor <strong>de</strong> la verdad (143.)<br />

CAPITULO VIII<br />

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