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La Destrucción de Jerusalén

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el gran sacrificio hecho por el Padre y el Hijo en beneficio <strong>de</strong>l hombre. Ha llegado la<br />

hora en que Cristo ocupa el puesto a que tiene <strong>de</strong>recho, y es exaltado sobre los<br />

principados y potesta<strong>de</strong>s, y sobre todo nombre que se nombre.<br />

A fin <strong>de</strong> alcanzar el gozo que le fuera propuesto - el <strong>de</strong> llevar muchos hijos a la<br />

gloria - sufrió la cruz y menosprecio la vergüenza. Y por inconcebiblemente gran<strong>de</strong>s<br />

que fuesen el dolor y el oprobio, tan gran<strong>de</strong> aún son la dicha y la gloria. Echa una<br />

mirada hacia los redimidos, transformados a su propia imagen, cuyas caras (486)<br />

reflejan la semejanza <strong>de</strong> su Rey. Contempla en su pureza perfecta y alegría sin igual el<br />

resultado <strong>de</strong> las angustias <strong>de</strong> su alma, y está satisfecho. Luego, con voz que llega hasta<br />

las multitu<strong>de</strong>s reunidas <strong>de</strong> los justos y <strong>de</strong> los impíos, exclama: “¡Contemplad el rescate<br />

<strong>de</strong> mi sangre! Por éstos sufrí, por éstos morí, para que pudiesen permanecer en mi<br />

presencia a través <strong>de</strong> las eda<strong>de</strong>s eternas.” Y <strong>de</strong> entre los revestidos con túnicas blancas<br />

en torno <strong>de</strong>l trono, ascien<strong>de</strong> el canto <strong>de</strong> alabanza: “¡El Cor<strong>de</strong>ro que ha sido inmolado es<br />

digno <strong>de</strong> tomar el po<strong>de</strong>r, la riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la<br />

alabanza!” (Apocalipsis 5:12.)<br />

A pesar <strong>de</strong> que Satanás se ha visto obligado a reconocer la justicia <strong>de</strong> Dios, y a<br />

inclinarse ante la supremacía <strong>de</strong> Cristo, su carácter sigue siendo el mismo. El espíritu <strong>de</strong><br />

rebelión, cual po<strong>de</strong>roso torrente, vuelve a estallar. Lleno <strong>de</strong> frenesí, <strong>de</strong>termina no cejar<br />

en el gran conflicto. Ha llegado la hora <strong>de</strong> intentar un último y <strong>de</strong>sesperado esfuerzo<br />

contra el Rey <strong>de</strong>l Cielo. Se lanza en medio <strong>de</strong> sus súbditos, y trata <strong>de</strong> inspirarlos con su<br />

propio furor y <strong>de</strong> moverlos a dar inmediata batalla. Pero entre todos los innumerables<br />

millones a quienes indujo engañosamente a la rebelión, no hay ahora ninguno que<br />

reconozca su supremacía. Su po<strong>de</strong>r ha concluido. Los impíos están llenos <strong>de</strong>l mismo<br />

odio contra Dios que el que inspira a Satanás; pero ven que su caso es <strong>de</strong>sesperado, que<br />

no pue<strong>de</strong>n prevalecer contra Jehová. Se enar<strong>de</strong>cen contra Satanás y contra los que<br />

fueron sus agentes para engañar, y con furia <strong>de</strong>moníaca se vuelven contra ellos, y sigue<br />

allí una escena <strong>de</strong> contienda universal.<br />

Entonces se cumplen las palabras <strong>de</strong>l profeta: “Jehová (487) está airado contra<br />

todas las naciones, e indignado contra todo el ejército <strong>de</strong> ellas; las <strong>de</strong>struirá y las<br />

entregará al mata<strong>de</strong>ro.” (Isaías 34:2.) “Sobre los malos hará llover calamida<strong>de</strong>s; fuego,<br />

azufre y viento abrasador será la porción <strong>de</strong>l cáliz <strong>de</strong> ellos.” (Salmos 11:6.) Dios hace<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r fuego <strong>de</strong>l Cielo. <strong>La</strong> tierra está quebrantada. Salen a relucir las armas<br />

escondidas en sus profundida<strong>de</strong>s. Llamas <strong>de</strong>voradoras se escapan por todas partes <strong>de</strong><br />

grietas amenazantes. Hasta las rocas están ardiendo. Ha llegado el día que ar<strong>de</strong>rá como<br />

un horno. (Malaquías 4:1.) Los elementos se disuelven con calor abrasador, la tierra<br />

también y las obras que hay en ella están abrasadas. (2 Pedro 3:10.) El fuego <strong>de</strong> Tofet<br />

está “preparado para el rey,” el jefe <strong>de</strong> rebelión; el montón mismo es profundo y largo,<br />

y “el soplo <strong>de</strong> Jehová, como torrente <strong>de</strong> azufre, lo encien<strong>de</strong>.” (Isaías 30:33.) <strong>La</strong><br />

superficie <strong>de</strong> la tierra parece una masa fundida, - un inmenso lago <strong>de</strong> fuego hirviente. Es<br />

la hora <strong>de</strong>l juicio y perdición <strong>de</strong> los hombres impíos, - “es día <strong>de</strong> venganza, un año <strong>de</strong><br />

retribuciones en el pleito <strong>de</strong> Sión.” (Isaías 34:8).<br />

Los impíos reciben su recompensa en la tierra (Proverbios 11:31.) “Serán como<br />

el rastrojo; aquel día que está para llegar los abrasará, dice Jehová <strong>de</strong> los ejércitos.”<br />

(Malaquías 4:1.) Algunos son <strong>de</strong>struidos en un momento, mientras otros sufren muchos<br />

días. Todos son castigados conforme a sus hechos. Los pecados <strong>de</strong> los justos han sido<br />

transferidos a Satanás, el creador <strong>de</strong>l mal, quien tiene que pagar su pena. Así habiendo<br />

sido cargados sobre Satanás los pecados <strong>de</strong> los justos, tiene éste que sufrir no sólo por<br />

su propia rebelión, sino también por todos los pecados que hizo cometer al pueblo <strong>de</strong><br />

Dios. Su castigo <strong>de</strong>be ser (488) mucho mayor que el <strong>de</strong> aquellos a quienes engaño.<br />

Después <strong>de</strong> haber perecido todos los que cayeron por sus seducciones, el diablo tiene<br />

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