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La Destrucción de Jerusalén

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<strong>de</strong> vida eterna. Dios no pue<strong>de</strong> salvar el pecador en sus pecados; pero Él <strong>de</strong>clara que el<br />

malo, habiendo sufrido el castigo <strong>de</strong> su culpa, será como si no hubiera sido. Dice un<br />

escritor inspirado: “Observarás su lugar, y ya no estará allí.” (Salmos 37:10.) En<br />

consecuencia <strong>de</strong>l pecado <strong>de</strong> Adán, la muerte pasó a toda la humanidad. Todos<br />

igualmente bajan a la sepultura. Pero a través <strong>de</strong> las provisiones <strong>de</strong>l plan <strong>de</strong> salvación,<br />

todos serán sacados <strong>de</strong> las sepulturas. Entonces los que no han asegurado el perdón <strong>de</strong><br />

sus pecados <strong>de</strong>ben recibir la pena <strong>de</strong> transgresión. Sufrirán un castigo <strong>de</strong> duración e<br />

intensidad diversas “según sus obras,” pero que terminará finalmente en la segunda<br />

muerte. Cubiertos <strong>de</strong> infamia, caerán en irreparable y eterno olvido.<br />

En el error fundamental <strong>de</strong> la inmortalidad natural, <strong>de</strong>scansa la doctrina <strong>de</strong>l<br />

estado consciente <strong>de</strong> los muertos (364), doctrina que, como la <strong>de</strong> los tormentos eternos,<br />

está en pugna con las enseñanzas <strong>de</strong> las Sagradas Escrituras, con los dictados <strong>de</strong> la<br />

razón y con nuestros sentimientos <strong>de</strong> humanidad. Según la creencia popular, los<br />

redimidos en el Cielo están al cabo <strong>de</strong> todo lo que pasa en la tierra, y especialmente <strong>de</strong><br />

lo que les pasa a los amigos que <strong>de</strong>jaron atrás. ¿Pero cómo podría ser fuente <strong>de</strong> dicha<br />

para los muertos el tener conocimiento <strong>de</strong> las aflicciones y congojas <strong>de</strong> los vivos, el ver<br />

los pecados cometidos por aquellos a quienes aman y verlos sufrir todas las penas,<br />

<strong>de</strong>silusiones y angustias <strong>de</strong> la vida? ¿Cuánto podrían gozar <strong>de</strong> la bienaventuranza <strong>de</strong>l<br />

Cielo los que revolotean alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus amigos en la tierra? ¡Y cuán repulsiva es la<br />

creencia <strong>de</strong> que, apenas exhalado el último suspiro, el alma <strong>de</strong>l impenitente es arrojada a<br />

las llamas <strong>de</strong>l infierno! ¡En qué abismos <strong>de</strong> dolor no <strong>de</strong>ben sumirse los que ven a sus<br />

amigos bajar a la tumba sin preparación para entrar en una eternidad <strong>de</strong> pecado y <strong>de</strong><br />

dolor! Muchos han sido arrastrados a la locura por este horrible pensamiento que los<br />

atormentara.<br />

¿Qué dicen las Sagradas Escrituras a este respecto? David <strong>de</strong>clara que el hombre<br />

no es consciente en la muerte: “Pues expira, y vuelve a la tierra; En ese mismo día<br />

perecen sus proyectos.” (Salinos 146:4.) Salomón da el mismo testimonio: “Porque los<br />

que viven saben que han <strong>de</strong> morir; pero los muertos nada saben.” “También su amor, y<br />

su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l sol.” “Adon<strong>de</strong> vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.”<br />

(Eclesiastés 9:5,6,10.)<br />

Cuando, en respuesta a sus oraciones, la vida <strong>de</strong> Ezequías fue prolongada por<br />

quince años, el rey agra<strong>de</strong>cido (365), tributó a Dios loores por su gran misericordia. En<br />

su canto <strong>de</strong> alabanza, dice por qué se alegraba: “Porque el Seol no te exaltará, ni te<br />

alabará la muerte; ni pue<strong>de</strong>n los que <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n al sepulcro esperar en tu verdad. El que<br />

vive, el que vive, éste te dará alabanza, como yo hoy;” (Isaías 38:18,19). <strong>La</strong> teología <strong>de</strong><br />

moda presenta a los justos que fallecen como si estuvieran en el Cielo gozando <strong>de</strong> la<br />

bienaventuranza y loando a Dios con lenguas inmortales, pero Ezequías no veía tan<br />

gloriosa perspectiva en la muerte. Sus palabras concuerdan con el testimonio <strong>de</strong>l<br />

salmista: “Porque en la muerte no queda recuerdo <strong>de</strong> tí; En el Seol, ¿quién te alabará?”<br />

(Salmos 6:5.) “No alabarán los muertos a JAH, ni cuantos <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n al silencio.”<br />

(Salmos 115:17.)<br />

En el día <strong>de</strong> Pentecostés, San Pedro, hablando por el Espíritu Santo dijo:<br />

“Varones hermanos, se os pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir abiertamente acerca <strong>de</strong>l patriarca David, que<br />

murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día <strong>de</strong> hoy.” “Porque<br />

David no subió a los Cielos.” (Hechos 2:29,34). El hecho <strong>de</strong> que David permanecerá en<br />

el sepulcro hasta el día <strong>de</strong> la resurrección, prueba que los justos no van al Cielo cuando<br />

mueren. Es sólo mediante la resurrección, y en virtud y como consecuencia <strong>de</strong> la<br />

resurrección <strong>de</strong> Cristo por lo cual David podrá finalmente sentarse a la diestra <strong>de</strong> Dios.<br />

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