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La Destrucción de Jerusalén

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Es a medianoche cuando Dios manifiesta su po<strong>de</strong>r para librar a su pueblo. Sale<br />

el sol en todo su esplendor. Se suce<strong>de</strong>n señales y prodigios con rapi<strong>de</strong>z. Los malos<br />

miran la escena con terror y asombro, mientras los justos contemplan con gozo las<br />

señales <strong>de</strong> su liberación. <strong>La</strong> naturaleza entera parece trastornada. Los ríos <strong>de</strong>jan <strong>de</strong><br />

correr. Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas con otras. En medio <strong>de</strong> los<br />

Cielos conmovidos hay un claro <strong>de</strong> gloria in<strong>de</strong>scriptible, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> baja la voz <strong>de</strong> Dios<br />

semejante al ruido <strong>de</strong> muchas aguas, diciendo: “Hecho es.”<br />

Esa misma voz sacu<strong>de</strong> los Cielos y la tierra. Le sigue un gran terremoto. El<br />

firmamento parece abrirse y cerrarse. <strong>La</strong> gloria <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong> Dios parece cruzar la<br />

atmósfera. Los montes son movidos como una caña al soplo <strong>de</strong>l viento, y las rocas<br />

quebrantadas se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como <strong>de</strong> cercana (453)<br />

tempestad. El mar es azotado con furor. Se oye el silbido <strong>de</strong>l huracán, como voz <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>monios en misión <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción. Toda la tierra se alborota e hincha como las olas <strong>de</strong>l<br />

mar. Su superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ce<strong>de</strong>r. Se hun<strong>de</strong>n<br />

cordilleras. Desaparecen islas habitadas con su carga viviente. Los puertos marítimos<br />

que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas.<br />

Pedriscos gran<strong>de</strong>s, cada uno, “como <strong>de</strong>l peso <strong>de</strong> un talento” (Apocalipsis l6:2l), hace su<br />

obra <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción. <strong>La</strong>s más soberbias ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la tierra son arrasadas. Los palacios<br />

costosos, en que los magnates han malgastado sus riquezas en provecho <strong>de</strong> su gloria<br />

personal, caen en ruinas ante su vista. Los muros <strong>de</strong> las cárceles se parten <strong>de</strong> arriba<br />

abajo, y son libertados los hijos <strong>de</strong> Dios que habían sido apresados por su fe.<br />

Los sepulcros se abren, y “muchos <strong>de</strong> los que duermen en el polvo <strong>de</strong> la tierra<br />

serán <strong>de</strong>spertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.”<br />

(Daniel 12:2.) Todos los que murieron en la fe bajo el mensaje <strong>de</strong>l tercer ángel, salen<br />

glorificados <strong>de</strong> la tumba, para oír el pacto <strong>de</strong> paz que Dios hace con los que guardaron<br />

su ley. “Los que le traspasaron,” los que se mofaron y se rieron <strong>de</strong> la agonía <strong>de</strong> Cristo y<br />

los enemigos más acérrimos <strong>de</strong> su verdad y <strong>de</strong> su pueblo, son resucitados para mirarle<br />

en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.<br />

Densas nubes cubren aún el firmamento; sin embargo el sol se abre paso <strong>de</strong> vez<br />

en cuando, como si fuese el ojo vengador <strong>de</strong> Jehová. Fieros relámpagos rasgan (454) el<br />

Cielo con fragor, envolviendo a la tierra en claridad <strong>de</strong> llamaradas. Por encima <strong>de</strong>l<br />

ruido aterrador <strong>de</strong> los truenos, se oyen voces misteriosas y terribles que anuncian la<br />

con<strong>de</strong>nación <strong>de</strong> los impíos. No todos entien<strong>de</strong>n las palabras pronunciadas; pero los<br />

falsos centinelas las compren<strong>de</strong>n perfectamente. Los que poco antes eran tan<br />

temerarios, jactanciosos y provocativos, y que tanto se regocijaban al ensañarse en el<br />

pueblo <strong>de</strong> Dios observador <strong>de</strong> sus mandamientos, se sienten presa <strong>de</strong> consternación y<br />

tiemblan <strong>de</strong> terror. Sus llantos dominan el ruido <strong>de</strong> los elementos. Los <strong>de</strong>monios<br />

confiesan la divinidad <strong>de</strong> Cristo y tiemblan ante su po<strong>de</strong>r, mientras que los hombres<br />

claman por misericordia y se revuelcan en terror abyecto.<br />

Al consi<strong>de</strong>rar el día <strong>de</strong> Dios en santa visión, los antiguos profetas exclamaron:<br />

“Tocad trompeta en Sión, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los<br />

moradores <strong>de</strong> la tierra, porque viene el día <strong>de</strong> Jehová, porque está cercano.” “Y Jehová<br />

dará su or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su ejército, porque muy gran<strong>de</strong> es su campamento; po<strong>de</strong>roso el<br />

ejecutor <strong>de</strong> su or<strong>de</strong>n; porque gran<strong>de</strong> es el día <strong>de</strong> Jehová, y muy terrible; ¿quién podrá<br />

soportarlo?” (Joel 2: 1,11.) “Aullad, porque cerca está el día <strong>de</strong> Jehová; vendrá como<br />

terrible azote <strong>de</strong>l Todopo<strong>de</strong>roso. (Isaías 13:6.) “Métete en la peña, escón<strong>de</strong>te en el<br />

polvo, <strong>de</strong> la presencia temible <strong>de</strong> Jehová, y <strong>de</strong>l resplandor <strong>de</strong> su majestad. <strong>La</strong> altivez <strong>de</strong><br />

los ojos <strong>de</strong>l hombre será abatida, y la soberbia <strong>de</strong> los hombres será humillada; y será<br />

exaltado Jehová solo en aquel día. Porque Jehová <strong>de</strong> los ejércitos tiene reservado un día<br />

que vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido.” (Isaías<br />

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