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Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quita <strong>de</strong> las<br />
palabras <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> esta profecía, Dios quitará su parte <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> la vida, y <strong>de</strong> la<br />
santa ciudad y <strong>de</strong> las cosas que están escritas en este libro.” (Apocalipsis 22:18,19)<br />
(189.)<br />
Tales son los avisos que ha dado Dios para que los hombres se abstengan <strong>de</strong><br />
alterar lo revelado o mandado por él. Estas solemnes <strong>de</strong>nuncias se refieren a todos los<br />
que con su influencia hacen que otros consi<strong>de</strong>ren con menosprecio la ley <strong>de</strong> Dios.<br />
Deben hacer temblar y temer a los que <strong>de</strong>claran con liviandad que poco importa que<br />
obe<strong>de</strong>zcamos o no obe<strong>de</strong>zcamos a la ley <strong>de</strong> Dios. Todos los que alteran el significado<br />
preciso <strong>de</strong> la Palabra escrita sobreponiéndoles sus opiniones particulares y los que<br />
tuercen los preceptos <strong>de</strong> la Palabra divina ajustándolos a sus propias conveniencias, o a<br />
las <strong>de</strong>l mundo, se arroga terrible responsabilidad. <strong>La</strong> Palabra escrita, la ley <strong>de</strong> Dios,<br />
medirá el carácter <strong>de</strong> cada individuo y con<strong>de</strong>nará a todo el que fuere hallado falto por<br />
esta prueba infalible.<br />
Aunque los testigos <strong>de</strong>l Señor fueron vestidos <strong>de</strong> cilicio, continuaron<br />
profetizando durante todo el período <strong>de</strong> los 1260 años. Aun en los tiempos más<br />
sombríos hubo hombres fieles que amaron la Palabra <strong>de</strong> Dios y se manifestaron celosos<br />
por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su honor. A estos fieles siervos <strong>de</strong> Dios les fueron dados po<strong>de</strong>r, sabiduría y<br />
autoridad para que divulgasen la verdad durante todo este periodo.<br />
“Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube <strong>de</strong>l abismo hará guerra<br />
contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres quedarán en la plaza <strong>de</strong> la gran<br />
ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, don<strong>de</strong> también nuestro<br />
Señor fue crucificado.” (Apocalipsis 11:7,8.)<br />
Estos eventos estaban por ocurrir cerca, hacia el fin <strong>de</strong>l período en el cual los<br />
testigos darían testimonio vestidos <strong>de</strong> cilicio. A través <strong>de</strong>l papado, Satanás (190) había<br />
controlado por un largo tiempo los po<strong>de</strong>res que reinaban en la Iglesia y el Estado.<br />
Especialmente temerosos fueron los resultados en aquellos países que rechazaron la luz<br />
<strong>de</strong> la Reforma. Existía un estado <strong>de</strong> bajeza moral y una corrupción semejante a la<br />
condición <strong>de</strong> Sodoma justamente antes <strong>de</strong> su <strong>de</strong>strucción, a la idolatría y obscuridad<br />
espiritual que prevaleció en Egipto en los días <strong>de</strong> Moisés.<br />
En ninguna parte <strong>de</strong>l mundo estuvo el espíritu <strong>de</strong> enemistad contra Cristo y la<br />
verdad más notablemente exhibida que el país ateo <strong>de</strong> Francia. En ninguna otra parte el<br />
evangelio encontró oposición más amarga y cruel. En las calles <strong>de</strong> París, Cristo <strong>de</strong><br />
verdad había sido crucificado en la persona <strong>de</strong> los santos. El mundo todavía recuerda<br />
con horror estremecido las escenas <strong>de</strong> masacre más cobar<strong>de</strong>s y crueles, como la matanza<br />
<strong>de</strong> San Bartolomé. El rey <strong>de</strong> Francia, exhortado por sacerdotes romanos y prelados, dio<br />
su autorización a esta obra horrenda. <strong>La</strong> campana <strong>de</strong>l palacio, resonando a medianoche,<br />
dio la señal para la iniciación <strong>de</strong> la matanza. Miles <strong>de</strong> protestantes, que dormían<br />
tranquilamente en sus casas, confiando en el honor <strong>de</strong> su rey, fueron arrastrados fuera <strong>de</strong><br />
sus casas sin ningún aviso, y asesinados a sangre fría.<br />
Satanás, en la persona <strong>de</strong> los fanáticos romanos, condujo el movimiento. Así<br />
como Cristo era el jefe invisible <strong>de</strong> su pueblo cuando salió <strong>de</strong> la esclavitud <strong>de</strong> Egipto,<br />
así lo fue Satanás <strong>de</strong> sus súbditos cuando acometieron la horrenda tarea <strong>de</strong> multiplicar el<br />
número <strong>de</strong> los mártires. Durante tres días la matanza siguió; más <strong>de</strong> treinta mil<br />
murieron. El resultado causó regocijo gran<strong>de</strong> a los hombres <strong>de</strong> las tinieblas. El<br />
pontífice romano, que compartía en el regocijo diabólico, proclamó que se observase un<br />
jubileo por todo su reino, para celebrar el evento (191.)<br />
El mismo espíritu maestro que impulsó la matanza <strong>de</strong> San Bartolomé fue<br />
también el que dirigió las escenas <strong>de</strong> la Revolución Francesa. Satanás pareció triunfar.<br />
Aun con los trabajos <strong>de</strong> los Reformadores, logró tener a multitu<strong>de</strong>s en ignorancia con<br />
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