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La Destrucción de Jerusalén

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<strong>La</strong> historia <strong>de</strong> la iglesia primitiva atestigua que se cumplieron las palabras <strong>de</strong>l<br />

Salvador. Los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong>l infierno se coligaron para atacar a Cristo en la<br />

persona <strong>de</strong> sus discípulos. El paganismo anticipó que <strong>de</strong> triunfar el Evangelio, sus<br />

templos y sus altares serían <strong>de</strong>rribados, y reunió sus fuerzas para <strong>de</strong>struir el<br />

cristianismo. Se encendió el fuego <strong>de</strong> la (39) persecución. Los cristianos fueron<br />

<strong>de</strong>spojados <strong>de</strong> sus posesiones y expulsados <strong>de</strong> sus hogares. Todos ellos “sostuvisteis<br />

gran combate <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cimientos.” “Otros soportaron burlas y azotes, y hasta ca<strong>de</strong>nas y<br />

prisiones.” (Hebreos 10:32; 11:36.) Muchos sellaron su testimonio con su sangre.<br />

Nobles y esclavos, ricos y pobres, sabios e ignorantes, todos eran muertos sin<br />

misericordia.<br />

Doquiera fuesen los discípulos <strong>de</strong> Cristo en busca <strong>de</strong> refugio, se les perseguía<br />

como a animales <strong>de</strong> rapiña. Se vieron pues obligados a buscar escondite en lugares<br />

<strong>de</strong>solados y solitarios. “Apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada;<br />

anduvieron errantes cubiertos <strong>de</strong> pieles <strong>de</strong> oveja y <strong>de</strong> cabras; faltos <strong>de</strong> todo; oprimidos y<br />

maltratados, ¡hombres <strong>de</strong> los que no era digno el mundo!; errantes por <strong>de</strong>sierto y<br />

montañas, por cavernas y antros <strong>de</strong> la tierra.” (Hebreos 11:37,38.) <strong>La</strong>s excavaciones<br />

subterráneas conectadas con la ciudad <strong>de</strong> Roma ofrecieron refugio a millares. Gran<strong>de</strong>s<br />

galerías largas se habían cavado a través <strong>de</strong> la tierra y piedras largas para procurar<br />

material para las estructuras vastas <strong>de</strong> la capital, y cuya oscura e intrincada red se<br />

extendía por millas más allá <strong>de</strong> los muros. En estos retiros subterráneos, muchos <strong>de</strong> los<br />

discípulos <strong>de</strong> Cristo, cuando se les sospechaba y se les proscribía, hallaban hogar; y<br />

aquí también sepultaban a sus muertos. Cuando el Dispensador <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>spierte a<br />

los que pelearon la buena batalla, muchos mártires <strong>de</strong> la fe <strong>de</strong> Cristo se levantarán <strong>de</strong><br />

entre aquellas cavernas tenebrosas.<br />

En las persecuciones más encarnizadas, estos testigos <strong>de</strong> Jesús conservaron su fe<br />

sin mancha. A pesar <strong>de</strong> verse privados <strong>de</strong> toda comodidad y aun <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong>l sol<br />

mientras moraban en el obscuro pero benigno seno <strong>de</strong> la tierra, no profirieron quejas.<br />

Con palabras <strong>de</strong> fe, paciencia y esperanza (40), se animaban unos a otros para soportar<br />

la privación y la <strong>de</strong>sgracia. <strong>La</strong> pérdida <strong>de</strong> todas las bendiciones temporales no pudo<br />

obligarlos a renunciar a su fe en Cristo. <strong>La</strong>s pruebas y la persecución no eran sino<br />

peldaños que los acercaban más al <strong>de</strong>scanso y a la recompensa.<br />

Recordaban que su Maestro había dicho que cuando fuesen perseguidos por<br />

causa <strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong>bían regocijarse mucho, pues gran<strong>de</strong> sería su galardón en los Cielos;<br />

porque así fueron perseguidos los profetas antes que ellos. Como los siervos <strong>de</strong> Dios en<br />

los tiempos antiguos, fueron “torturados, no aceptando el rescate, a fin <strong>de</strong> obtener una<br />

mejor resurrección.” (Hebreos 11:35.) Se alegraban <strong>de</strong> que se los hallara dignos <strong>de</strong><br />

sufrir por la verdad, y entonaban cánticos <strong>de</strong> triunfo en medio <strong>de</strong> las crepitantes<br />

hogueras. Mirando hacia arriba por la fe, velan a Cristo y a los ángeles que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las<br />

almenas <strong>de</strong>l Cielo los observaban con el mayor interés y apreciaban y aprobaban su<br />

entereza. Descendía <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong> Dios hasta ellos una voz que <strong>de</strong>cía: “Sé fiel hasta la<br />

muerte, y yo te daré la corona <strong>de</strong> la vida.” (Apocalipsis 2: l0.)<br />

Vanos eran los esfuerzos <strong>de</strong> Satanás para <strong>de</strong>struir la iglesia <strong>de</strong> Cristo por medio<br />

<strong>de</strong> la violencia. <strong>La</strong> gran lucha en que los discípulos <strong>de</strong> Jesús entregaban la vida, no<br />

cesaba cuando estos fieles portaestandartes caían en su puesto. Triunfaban por su<br />

<strong>de</strong>rrota. Los siervos <strong>de</strong> Dios eran sacrificados, pero su obra seguía siempre a<strong>de</strong>lante. El<br />

Evangelio cundía más y más, y el número <strong>de</strong> sus adherentes iba en aumento. Alcanzó<br />

hasta las regiones inaccesibles para las águilas <strong>de</strong> Roma. Dijo un Cristiano,<br />

reconviniendo a los jefes paganos que atizaban la persecución: (41) “Uste<strong>de</strong>s<br />

posiblemente nos atormenten, nos afligen, y nos molesten. Su maldad pone nuestra<br />

<strong>de</strong>bilidad a la prueba, pero su crueldad es en vano. Es que como invitación más<br />

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