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La Destrucción de Jerusalén

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prueba evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la oración importuna. Todos los que se aferren a las<br />

promesas <strong>de</strong> Dios como lo hizo él, y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tan<br />

buen éxito como él. Los que no están dispuestos a negarse a sí mismos, a luchar<br />

<strong>de</strong>sesperadamente ante Dios y a orar mucho con empeño para obtener su bendición, no<br />

lo conseguirán. ¡Cuán pocos cristianos saben lo que es luchar con Dios! ¡Cuán pocos<br />

son los que jamás suspiraron por Dios con ardor hasta tener como en tensión todas las<br />

faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l alma! Cuando olas <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cible <strong>de</strong>sesperación envuelven al suplicante,<br />

¡cuán raro es verle atenerse con fe inquebrantable a las promesas <strong>de</strong> Dios!<br />

Los que sólo ejercitan poca fe, están en mayor peligro <strong>de</strong> caer bajo el dominio <strong>de</strong><br />

los engaños satánicos y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>creto que violentará las conciencias. Y aun en caso <strong>de</strong><br />

soportar la prueba, en el tiempo <strong>de</strong> angustia se verán sumidos en mayor aflicción porque<br />

no se habrán acostumbrado a confiar en Dios. <strong>La</strong>s lecciones <strong>de</strong> fe que hayan<br />

<strong>de</strong>scuidado, tendrán que apren<strong>de</strong>rlas bajo el terrible peso <strong>de</strong>l <strong>de</strong>saliento.<br />

Deberíamos apren<strong>de</strong>r ahora a conocer a Dios, poniendo a prueba sus promesas.<br />

Los ángeles toman nota <strong>de</strong> cada oración ferviente y sincera. Sería mejor sacrificar<br />

nuestros propios gustos antes que <strong>de</strong>scuidar la comunión con Dios. <strong>La</strong> mayor pobreza y<br />

la más absoluta abnegación, con la aprobación divina, valen más que las riquezas, los<br />

honores, las comodida<strong>de</strong>s y amista<strong>de</strong>s sin ella. Debemos (439) darnos tiempo para orar.<br />

Si nos <strong>de</strong>jamos absorber por los intereses mundanos, el Señor pue<strong>de</strong> darnos ese tiempo<br />

que necesitamos, quitándonos nuestros ídolos, ya sean éstos oro, casas o tierras feraces.<br />

<strong>La</strong> juventud no se <strong>de</strong>jara seducir por el pecado si se negase a entrar en otro<br />

camino que aquel sobre el cual pudiera pedir la bendición <strong>de</strong> Dios. Si los que proclaman<br />

la última solemne amonestación al mundo rogasen por la bendición <strong>de</strong> Dios, no con<br />

frialdad e indolencia, sino con fervor y fe como lo hizo Jacob, encontrarían muchas<br />

ocasiones en que podrían <strong>de</strong>cir: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.” Serian<br />

consi<strong>de</strong>rados como príncipes en el Cielo, con po<strong>de</strong>r para prevalecer con Dios y los<br />

hombres.<br />

El “tiempo <strong>de</strong> angustia, cual nunca fue <strong>de</strong>spués que hubo gente” se iniciará<br />

pronto; y para entonces necesitaremos tener una experiencia que hoy por hoy no<br />

poseemos y que muchos no pue<strong>de</strong>n lograr <strong>de</strong>bido a su indolencia. Suce<strong>de</strong> muchas veces<br />

que los peligros que se esperan no resultan tan gran<strong>de</strong>s como uno se los había<br />

imaginado; pero ésto no es el caso respecto <strong>de</strong> la crisis que nos espera. <strong>La</strong> imaginación<br />

más fecunda no alcanza a darse cuenta <strong>de</strong> la magnitud <strong>de</strong> tan dolorosa prueba. Y ahora<br />

mientras que el Salvador precioso está haciendo propiciación por nosotros, <strong>de</strong>bemos<br />

tratar <strong>de</strong> llegar a la perfección en Cristo. <strong>La</strong> provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios es la escuela en la cual<br />

<strong>de</strong>bemos apren<strong>de</strong>r a tener la mansedumbre y humildad <strong>de</strong> Jesús. El Señor nos está<br />

presentando siempre, no el camino que escogeríamos y que nos parecería más fácil y<br />

agradable, sino el verda<strong>de</strong>ro, el que lleva a los fines verda<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la vida. Nadie pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scuidar o aplazar esta obra sin grave peligro para su alma.<br />

El apóstol San Juan, estando en visión, oyó una gran voz que exclamaba en el<br />

Cielo: “¡Ay <strong>de</strong> los moradores <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong>l mar! porque el diablo ha <strong>de</strong>scendido a<br />

vosotros (440) con gran furor, sabiendo que tiene poco tiempo.” (Apocalipsis 12:12.)<br />

Espantosas son las escenas que provocaron esta exclamación <strong>de</strong> la voz celestial. <strong>La</strong> ira<br />

<strong>de</strong> Satanás crece a medida que se va acercando el fin, y su obra <strong>de</strong> engaño y <strong>de</strong>strucción<br />

culminará durante el tiempo <strong>de</strong> angustia. <strong>La</strong> paciencia <strong>de</strong> Dios ha terminado. El mundo<br />

ha rechazado su misericordia, ha <strong>de</strong>spreciado su amor, y pisoteado sobre su ley. El malo<br />

ha pasado el límite <strong>de</strong> su prueba, y el Señor retira su protección, y los <strong>de</strong>ja a merced <strong>de</strong>l<br />

lí<strong>de</strong>r que han escogido. Satanás tendrá po<strong>de</strong>r sobre los que han cedido a su control, y él<br />

expondrá los habitantes <strong>de</strong> la tierra en gran angustia final. Como los ángeles <strong>de</strong> Dios<br />

cesan <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener los vientos violentos <strong>de</strong> pasión humana, todos los elementos <strong>de</strong><br />

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