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La Destrucción de Jerusalén

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ecibido con tanto regocijo la Palabra <strong>de</strong> Dios. <strong>La</strong> dieta finalmente <strong>de</strong>cretó, que don<strong>de</strong> la<br />

Reforma había sido establecida, el edicto <strong>de</strong> Worms <strong>de</strong>bería ser rigurosamente forzado;<br />

y en los Estados evangélicos, don<strong>de</strong> habría peligro <strong>de</strong> revolución, ninguna nueva<br />

reforma <strong>de</strong>bería ser introducida, que no habría predicaciones acerca <strong>de</strong> puntos<br />

controversiales, no se <strong>de</strong>bía oponer la celebración <strong>de</strong> la misa, y a ningún católico<br />

romano se le permitiría que abrazara al Luteranismo.<br />

Si este <strong>de</strong>creto se hiciera ley, la Reforma no podría ser extendida hasta don<strong>de</strong><br />

todavía no había alcanzado, ni ser establecida sobre un firme fundamento don<strong>de</strong> ya<br />

existía. Quedaría suprimida la libertad <strong>de</strong> palabra y no se tolerarían más conversiones.<br />

Y se exigía a los amigos <strong>de</strong> la Reforma que se sometieran inmediatamente a estas<br />

restricciones y prohibiciones. <strong>La</strong>s esperanzas <strong>de</strong>l mundo parecían estar a punto <strong>de</strong><br />

extinguirse. El restablecimiento <strong>de</strong> la jerarquía papal inevitablemente causaría un<br />

reavivamiento <strong>de</strong> los abusos antiguos; y se hallaría una ocasión para completar la<br />

<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> un trabajo que ya había sido sacudido por el fanatismo y la disensión.<br />

Cuando el partido evangélico se reunió para conferenciar, los miembros se<br />

miraban unos a otros con manifiesto <strong>de</strong>saliento. Todos se preguntaban unos a otros:<br />

“¿Qué hacer?” Estaban en juego gran<strong>de</strong>s consecuencias para el porvenir <strong>de</strong>l mundo. Si<br />

estos hombres hubieran sido controlados por la ambición o el egoísmo, hubieran<br />

aceptado el <strong>de</strong>creto. Aparentemente fueron <strong>de</strong>jados en libertad para mantener su fe. ¿No<br />

<strong>de</strong>bían estar satisfechos con esto? ¿Deberían (158) tirarse en el conflicto para luchar por<br />

la libertad <strong>de</strong> conciencia en todo el mundo? ¿Deberían exponerse a la venganza <strong>de</strong><br />

Roma?<br />

Nunca fueron estos hombres colocados en una posición más difícil; pero salieron<br />

triunfantes <strong>de</strong> la prueba con los principios limpios. Cuando la neblina que había<br />

ocupado sus mentes se había aclarado, vieron cual sería el resultado <strong>de</strong> este <strong>de</strong>creto.<br />

¿Deberían prestar su influencia para restaurar el fuego y la tortura? ¿Deberían oponerse<br />

a la verdad, - al Espíritu <strong>de</strong> Dios en su trabajo <strong>de</strong> llamar a los hombres a que vengan a<br />

Cristo? ¿Podrían <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer al mandato <strong>de</strong>l Salvador: “Id por todo el mundo, y<br />

proclamad el Evangelio a toda criatura”? (S. Marcos 16:15.) ¿Deberían consentir que a<br />

aquellos que quieren renunciar al error se les niegue ese privilegio? ¿Habiendo entrado<br />

al reino <strong>de</strong> los Cielo ellos mismos, <strong>de</strong>berían ponerse en el camino <strong>de</strong> aquellos que<br />

podrían entrar? Así sacrificaran sus dominios, sus títulos, y sus propias vidas.<br />

“Rechacemos este <strong>de</strong>creto - dijeron los príncipes. - En asuntos <strong>de</strong> conciencia la<br />

mayoría no tiene po<strong>de</strong>r.” Declararon los disputados que Alemania estaba en<strong>de</strong>udada al<br />

<strong>de</strong>creto <strong>de</strong> tolerancia por la paz <strong>de</strong> la cual gozaba, y que la abolición llenaría el imperio<br />

<strong>de</strong> disturbios y divisiones. “Es incompetente la dieta, - dicen ellos, - para hacer más que<br />

conservar la libertad religiosa hasta tanto que se reúna un concilio general.” Proteger la<br />

libertad <strong>de</strong> conciencia es un <strong>de</strong>ber <strong>de</strong>l Estado, y es el límite <strong>de</strong> su autoridad en materia<br />

<strong>de</strong> religión. Todo gobierno secular que intenta regir las observancias religiosas o<br />

imponerlas por medio <strong>de</strong> la autoridad civil, sacrifica (159) precisamente el principio por<br />

el cual lucharon tan noblemente los cristianos evangélicos.<br />

Los papistas resolvieron concluir con lo que llamaban una atrevida obstinación.<br />

Para principiar, procuraron sembrar disensiones entre los que sostenían la causa <strong>de</strong> la<br />

Reforma e intimidar a quienes todavía no se habían <strong>de</strong>clarado abiertamente por ella. Los<br />

príncipes fueron citados a comparecer ante la dieta. Pidieron ellos que se les diera<br />

tiempo para contestar, lo que no les fue concedido. Los que aun se negaron a sacrificar<br />

la libertad <strong>de</strong> conciencia y el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> seguir su juicio individual, harto sabían que su<br />

actitud les acarrearía las críticas, la con<strong>de</strong>nación y la persecución. Uno <strong>de</strong> los<br />

reformadores dijo: “Debemos negar la Palabra <strong>de</strong> Dios, o ser quemados.”<br />

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