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La Destrucción de Jerusalén

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Cristo. <strong>La</strong> gloria <strong>de</strong>l Padre Eterno envuelve a su Hijo. El esplendor <strong>de</strong> su presencia llena<br />

la ciudad <strong>de</strong> Dios, rebosando más allá <strong>de</strong> las puertas e inundando toda la tierra con su<br />

brillo.<br />

Inmediatos al trono se encuentran los que fueron alguna vez celosos en la causa<br />

<strong>de</strong> Satanás, pero que, cual tizones arrancados <strong>de</strong>l fuego, siguieron luego a su Salvador<br />

con profunda e intensa <strong>de</strong>voción. Vienen <strong>de</strong>spués los que perfeccionaron su carácter<br />

cristiano en medio <strong>de</strong> la mentira y <strong>de</strong> la incredulidad, los que honraron la ley <strong>de</strong> Dios<br />

cuando el mundo cristiano la <strong>de</strong>claró abolida, y los millones <strong>de</strong> todas las eda<strong>de</strong>s que<br />

fueron martirizados por su fe. Y más allá está la “gran multitud, la cual nadie (479)<br />

podía contar, <strong>de</strong> todas naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong>l trono y en la presencia <strong>de</strong>l Cor<strong>de</strong>ro, cubiertos <strong>de</strong> ropas blancas, y con palmas en las<br />

manos.” (Apocalipsis 7:9.) Su lucha terminó; ganaron la victoria. Disputaron el premio<br />

<strong>de</strong> la carrera y lo alcanzaron. <strong>La</strong> palma que llevan en la mano es símbolo <strong>de</strong> su triunfo,<br />

la vestidura blanca, emblema <strong>de</strong> la justicia perfecta <strong>de</strong> Cristo que es ahora <strong>de</strong> ellos.<br />

Los redimidos entonan un canto <strong>de</strong> alabanza que se extien<strong>de</strong> y repercute por las<br />

bóvedas <strong>de</strong>l Cielo: “<strong>La</strong> salvación pertenece a nuestro Dios que esta sentado en el trono,<br />

y al Cor<strong>de</strong>ro.” (Vers. 10.) Ángeles y serafines unen sus voces en adoración. Al ver los<br />

redimidos el po<strong>de</strong>r y la malignidad <strong>de</strong> Satanás, han comprendido, como nunca antes,<br />

que ningún po<strong>de</strong>r fuera <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Cristo habría podido hacerlos vencedores. Entre toda esa<br />

muchedumbre ni uno se atribuye a sí mismo la salvación, como si hubiese prevalecido<br />

con su propio po<strong>de</strong>r y su bondad. Nada se dice <strong>de</strong> lo que han hecho o sufrido, sino que<br />

el tema <strong>de</strong> cada canto, la nota dominante <strong>de</strong> cada antífona es: Salvación a nuestro Dios y<br />

al Cor<strong>de</strong>ro.<br />

En presencia <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong>l Cielo reunidos, se efectúa la<br />

coronación final <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios. Y entonces, revestido <strong>de</strong> suprema majestad y po<strong>de</strong>r,<br />

el Rey <strong>de</strong> reyes falla el juicio <strong>de</strong> aquellos que se rebelaron contra su gobierno, y ejecuta<br />

justicia contra los que transgredieron su ley y oprimieron a su pueblo. El profeta <strong>de</strong><br />

Dios dice: “Y vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado en el, <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l cual<br />

huyeron la tierra y el Cielo (480), y no se encontró ningún lugar para ellos. Y vi a los<br />

muertos,<br />

gran<strong>de</strong>s y pequeños, <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue<br />

abierto, el cual es el libro <strong>de</strong> la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que<br />

estaban escritas en los libros, según sus obras.” (Apocalipsis 20:11.12.)<br />

Apenas se abren los registros, y la mirada <strong>de</strong> Jesús se dirige hacia los impíos,<br />

éstos se vuelven conscientes <strong>de</strong> todos los pecados que cometieron. Reconocen<br />

exactamente el lugar don<strong>de</strong> sus pies se apartaron <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la pureza y <strong>de</strong> la<br />

santidad, y cuán lejos el orgullo y la rebelión los han llevado en el camino <strong>de</strong> la<br />

transgresión <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios. <strong>La</strong>s tentaciones seductoras que ellos fomentaron<br />

cediendo al pecado, las bendiciones que pervirtieron, su <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> los mensajeros <strong>de</strong><br />

Dios, los avisos rechazados, la oposición <strong>de</strong> corazones obstinados y sin arrepentimiento<br />

- todo eso sale a relucir como si estuviese escrito con letras <strong>de</strong> fuego.<br />

Por encima <strong>de</strong>l trono se <strong>de</strong>staca la cruz; y como en vista panorámica aparecen las<br />

escenas <strong>de</strong> la tentación, la caída <strong>de</strong> Adán y las fases sucesivas <strong>de</strong>l gran plan <strong>de</strong><br />

re<strong>de</strong>nción. El humil<strong>de</strong> nacimiento <strong>de</strong>l Salvador; su juventud pasada en la sencillez y en<br />

la obediencia; su bautismo en el Jordán; el ayuno y la tentación en el <strong>de</strong>sierto; su<br />

ministerio público, que reveló a los hombres las bendiciones más preciosas <strong>de</strong>l Cielo:<br />

los días repletos <strong>de</strong> obras <strong>de</strong> amor y misericordia, y las noches pasadas en oración y<br />

vigilia en la soledad <strong>de</strong> los montes; las conspiraciones <strong>de</strong> la envidia, <strong>de</strong>l odio y <strong>de</strong> la<br />

malicia con que se recompensaron su beneficios; la terrible y misteriosa agonía en<br />

Getsemaní, bajo el peso anonadador <strong>de</strong> los pecados <strong>de</strong> todo el mundo; la traición que le<br />

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