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ABRIR SEGUNDA PARTE

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— 1.097 —<br />

Y en cuanto a Calvino<br />

ya se sabe, es notorio, Miguel Servet,<br />

tan fielmente descrito por el eximio Menéndez y Pelayo<br />

—¿te confesaste?— en el tomo cuarto de los Heterodoxos (6).<br />

Es muy significativo que el rezo del rosario y la confesión, actos<br />

religiosos tan típicos de los colegios en los aPios cincuenta y sesenta,<br />

encuentren como contrapunto el nombre de Lutero en la expresión “pese a<br />

Lutero”. Este sintagma pone de relieve la oposición al reformador sajón<br />

—como a todos— existente en el colegio y la huella que esta animadversión<br />

dejó en el colegial.<br />

Si el rosario y la confesión se hacían a despecho de Lutero, la<br />

reprobación más enconada de Calvino se encontraba en los Heterodoxos de<br />

don Marcelino.<br />

La segunda parte, decíamos, era el “encuentro” con Agrippa D’Aubigné.<br />

Este recio militante del protestantismo, de encendido verbo anticatólico,<br />

se vio obligado a huir desde Francia a la vieja ciudad de Ginebra, tan<br />

receptiva para todos los disidentes europeos (7>. El descubrimiento del<br />

poeta clásico produjo en el barcelonés un confesado enamoramiento estético<br />

y desde esta admiración surge la invocación de la tercera parte.<br />

La condición ideológica del Gimferrer de Ginebra es bien distinta de<br />

la que le rodeaba en el colegio. Ahora ha limpiado aquel jardín de su<br />

infancia de la hojarasca religiosa y ha restituido a su dueño toda la<br />

“palabrería tiempo atrás insuflada”. Su nueva situación es otro jardín<br />

semejante al de Agrippa. Sin embargo carece de los elementos que a aquél<br />

le son propios: de la fe crepitante del hugonote, del nombre que ostenta<br />

en jardín y de la fama del autor de los alejandrinos de Les Tragipues<br />

Gimferrer aparece ahora como un hombre “olvidado, sin fe”, que ha pasado<br />

“de la infancia al silencio”. Y desde esta situación apela a Agrippa para<br />

que su Dios le acepte así, anónimo, sin nombre, mortal, según redondea el<br />

alejandrino que a modo de homenaje cierra magníficamente el poema:

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