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ABRIR SEGUNDA PARTE

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confesión protestante encontrados en la gran novela realista son de<br />

procedencia anglosajona. Y cabe añadir además que casi ninguno de ellos<br />

goza de una convivencia entre españoles en la que su religión sea<br />

respetada o pase indiferente. Estos protestantes están vistos por los<br />

demás personajes con un prejuicio que puede dar lugar al recelo social y<br />

al rechazo jurídico y moral 1 y hasta a la agresión física . Hay, como siempre, notables excepciones, como la de doña Malvina<br />

en Tristana, a quien se encomienda la formación lingúística de la<br />

protagonista; y la de Annie en La sirena negra, cuyo credo, si por un lado<br />

provoca la renuncía al servicio de la criada vasca, no es óbice para que<br />

el rico Gaspar Montenegro le encomiende el cuidado de Rafaelín.<br />

Claro está que con este comportamiento receloso u hostil los<br />

matrimonios mixtos católico—protestantes habían de ser escasisimos. Hemos<br />

encontrado dos proyectos matrimoniales, uno en Rosalía y otro en La<br />

orueba. En la primera, el fracaso es estrepitoso; sin embargo doña Emilia<br />

lleva a Mo y a Luis Portal a una unión tan discretamente que no sabemos<br />

por qué rito consumarn el enlace (10).<br />

Tampoco son frecuentes las conversiones. Cuando se registra algún<br />

cambio al credo reformado, se considera que el converso ha sido víctima<br />

del proselitismo y del mercadeo espiritual, así en La Tribuna; o está<br />

motivado por un oportunismo interesado. En este último caso, el cambio no<br />

modifica el interior de la persona sino sólo los hábitos sociales<br />

(recordemos el capataz de minas en El Intruso, de Blasco Ibáñez); o ni aun<br />

eso, como ocurre con el ex—clérigo José Bailón, de Torguemada en la<br />

hoguera<br />

Curiosamente, estas conversiones, que serían lógicas, puesto que el<br />

protestantismo se proponía ganar adeptos y echar raíces, son<br />

cuantitativamente menores que las que producen al catolicismo desde el<br />

protestantismo. Y además, los conversos que abandonan la religión<br />

reformada son social e intelectualmente más relevantes: recordemos los<br />

casos de la marquesa Virginia, de Fernán Caballero, y el culto y modélico

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