Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo - Memoria de Madrid

Simultáneamente los presagios se multiplican. Pero no son las absurr
das y ridiculas inverosimilitudes de Zapata (113). Lope siente en lo hondo
la preocupación del arcano y sabrá percibir, con su sensibilidad exquisita
de supersticioso, misteriosas y trágicas seríales en hechos naturales y familiares
de la Anda. No precisa sucesos peregrinos. Todo lo irreal y supraterreno
será la interpretación lírica de estos avisos invisibles para todos y
vibrantes alertas en su alma.
Como el día de la tiesta es lunes, y por lo tanto favorable, es necesario
dramatizarlo. No ba.sta llamarle «triste». Es nece.sario elevar la tónica de
lo fatal, y para ello le presta «su desventura el martes». Los augurios constituyen
un prodigio de evolución fatalista en que gradualmente .se va estrechando
el círculo de la catástrofe. Para que el momento logre toda su
tensión dramática, el protagonista, D. Diego de Toledo, los relata en un
monólogo ante un coi^o mudo c interrogante al que se une el lector. El
poeta va subraj-ando, con excbnnaciones, con interpretaciones trágicas, el
sentido de c.stos animcios inadvertidos que nadie comprende, «pero que el
alma sabe, el corazón avisa».
Primero son todos quienes le ruegan dilatar la fiesta —la fiesta de su
muerte—, con un incon.sciente temor que toma cuerpo en los augurios
siguientes. D. Diego .se niega a retardar la fiesta de toros 3' más tarde
comienza a sentir inexplicables inquietudes. Le entristece aquel día, insólitamente,
la cama en que duerme, «triste» también, donde murió mozo .su
padre el condestable de Navarra. Días antes ha asistido a las honras de un
fraile en el convento de San Francisco, fundación familiar, 3' se ha arrodillado
sobre un hábito franciscano. La noche ¿ulterior, saliendo junto al
muro de la villa 05'e cadenas 3*^ «crujir en el aire el hierro duro». Sigue
hasta donde se produce el ruido 3'' e,stá todo «en su quietud seguro». Pero
el poeta da la clave secreta que fluctúa en el espléndido contraste de
terror v calma de las dos frases aludidas:
«Mas los oídos son de los antojos
más fácil instnimento que los ojos.»
Y al fin D. Diego es seguido después por un penitente, que va tras él
por todas las calles «con un quejido ronco 3' suspirando». Lope tuvo aquí
xm recuerdo vago de la famosa muerte que aparece en las leyendas norteñas,
y D. Diego, cuando va a reconocer al disciplinante, se ve detenido por
«un clérigo con luz 3' alguna gente» que se lo impiden.
Llega el día nefasto. Amanece «pardo, lluvioso 3' encogido» —nótese la
admirable expresión familiar y descriptiva que toma aquí esta palabra-, y
(113) Véanse los textos transcritos anteriormente.
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