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ealidad es» (82). Efectivamente, sabemos que <strong>un</strong>a información en sí misma poco<br />
interesante puede llegar a <strong>se</strong>r emocionante, si de ella <strong>se</strong> hace <strong>un</strong> <strong>se</strong>creto.<br />
El momento de la exposición (véa<strong>se</strong> esta palabra) es, en el guión, aquel en el que hay<br />
que dar al espectador la mayor cantidad de informaciones nuevas.<br />
Vale (81) es el que plantea la importante cuestión: «¿En qué momento de la historia<br />
debe <strong>se</strong>r dada tal información?». Fue el problema central, por ejemplo, de la<br />
adaptación que Hitchcock hizo de la novela de Boileau-Narcejac, De entre los muertos,<br />
para Vértigo. En el libro, el lector no <strong>se</strong> entera hasta al final de que Madeleine y Judy<br />
son <strong>un</strong>a única y misma persona; pero Hitchcock decidió informar al espectador desde<br />
la mitad del film, antes de que el protagonista, Scottie (interpretado por James<br />
Stewart) lo <strong>se</strong>pa. Ahí reside toda la importancia del efecto revelación, producido por<br />
<strong>un</strong>a información que el <strong>guion</strong>ista ha dejado de lado, para soltarla en el momento de<br />
mayor impacto. Pero —cosa muy importante— no basta con disimular <strong>un</strong>a información<br />
para hacer de ella <strong>un</strong> objeto de revelación, hay que crear en tomo a ella <strong>un</strong> contexto<br />
de demanda, de tensión, de curiosidad, algo que esté en juego. En Mabu<strong>se</strong>, Hofmeister<br />
<strong>se</strong> pone en peligro de muerte y de locura, por «entregar» al comisario Lohmann cierta<br />
información —que no soltará hasta el final— (el nombre de Mabu<strong>se</strong>, como jefe de la<br />
banda de falsificadores). Esta información nos dejaría indiferentes si no fuera porque,<br />
en torno a ella, está en juego <strong>un</strong> peligro, <strong>un</strong> terror sagrado.<br />
• Dar <strong>un</strong>a cantidad de información<br />
Según Pascal Bonitzer, muchas veces <strong>se</strong> subestima el número de informaciones que<br />
hay que dar. «Nos damos cuenta de que muchas informaciones, que en <strong>un</strong> primer<br />
momento parecen e<strong>se</strong>nciales porque precisan tal o tal elemento del personaje, son, en<br />
realidad, informaciones que el público perderá» (L'Enjeu Scénario, 73). De ahí deduce<br />
que «cuanto menos <strong>se</strong> explique, mejor», y cita, por ejemplo, Love Steams de John<br />
Cassavetes en el que, durante bastante tiempo «<strong>se</strong> ignora que (la mujer interpretada<br />
por) Gena Rowlands es la hermana» (del protagonista interpretado por el realizador).<br />
«Esta falta de información intriga al espectador y le obliga a aferrar<strong>se</strong> al mismo<br />
tiempo, para intentar encontrar los datos que permiten reducir el equívoco». Es lo que<br />
Bonitzer llama <strong>un</strong> «equívoco operante» (<strong>se</strong> utiliza el mismo equívoco amante/hermana<br />
en el film de Terence Malick, Días del cielo). Pero, el manejo de este tipo de equívoco<br />
es peligroso. No podemos conformarnos con dejarlo flotar pasivamente; hay que darle<br />
<strong>un</strong>a fuerza, <strong>un</strong> <strong>se</strong>ntido, ponerlo en juego. En otros palabras, es necesario que el<br />
espectador caiga en la trampa, que haga apuestas en su fuero interno.<br />
Desde el p<strong>un</strong>to de vista de la narración cinematográfica, <strong>se</strong> emplea muchas veces la<br />
retención temporal de la información, no sólo para p<strong>un</strong>tos importantes de la historia<br />
(relaciones de parientes escondidos, misterios, revelaciones fínales,«reconocimientos»<br />
y efectos teatrales), sino también para detalles <strong>se</strong>c<strong>un</strong>darios, con el fin de dramatizar el<br />
manejo de las escenas.<br />
Por ejemplo, <strong>se</strong> puede disimular durante <strong>un</strong> tiempo la identidad de <strong>un</strong> nuevo<br />
personaje, su nombre, su situación, su papel venidero, y precisarlo tan sólo <strong>un</strong>o o dos<br />
minutos después. Tampoco los propios personajes deben an<strong>un</strong>ciar continuamente<br />
donde van («voy a París», «voy a casa de X»), para mostrarlos después dirigiéndo<strong>se</strong><br />
hacia esa dirección. Hay que crear «pequeños misterios» temporales en torno a