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sacerdotisa, dirigiéndo<strong>se</strong> a Tamaki: «Durante su descanso, lo he arreglado todo»,<br />
deducimos que ha transcurrido <strong>un</strong>a única noche. El tiempo transcurre después de<br />
manera continua, hasta el <strong>se</strong>cuestro de Tamaki y de sus hijos, escena terrible que<br />
acaba con <strong>un</strong> f<strong>un</strong>dido en negro, marcando el transcurso de <strong>un</strong> periodo de tiempo más<br />
largo.<br />
La siguiente escena <strong>se</strong> desarrolla en <strong>un</strong> pueblo, donde reconocemos a <strong>un</strong>o de los<br />
barqueros intentando vender a los niños como esclavos. Les an<strong>un</strong>cia que su madre ya<br />
ha sido vendida, lo cual nos transmite esa información, pero también nos informa de<br />
que ha transcurrido cierto tiempo (¿varios días?). Poco después <strong>un</strong> hombre acon<strong>se</strong>ja al<br />
barquero que vaya a la provincia de Tango, para ofrecer a los niños al Intendente<br />
Sansho.<br />
Cuando descubrimos, después de <strong>un</strong> f<strong>un</strong>dido encadenado rápido (significativo de <strong>un</strong><br />
lapso de tiempo más corto que el precedente) <strong>un</strong>a gran propiedad, suponemos, pues,<br />
implícitamente, que <strong>se</strong> trata de la propiedad de e<strong>se</strong> famoso Intendente. Este, cuando<br />
aparece, hace alusión a la compra de los niños que ya ha ocurrido (la venta de los<br />
niños, con<strong>se</strong>cuentemente, ha sido realizada en el intervalo), y ordena ponerlos a<br />
trabajar «en el acto». En cuanto al intento de evasión de la vieja Namiji, mostrada<br />
después, queda claramente establecido que ha ocurrido <strong>un</strong> poco después, durante el<br />
mismo día, mediante la réplica siguiente: «Durante el día, al ver a esos niños, he<br />
pensado en los míos».<br />
A continuación, vienen sucesivamente: la acción de marcar con hierro candente a<br />
Namiji, el interrogatorio de los niños por Taro, a quien <strong>un</strong> hombre viene a buscar para<br />
que acuda a la recepción que ofrece su padre; luego, esta recepción ofrecida por<br />
Sansho al enviado del ministro, para honrarlo; después, Taro desaparece y cuando va<br />
a ver a los niños ya dormidos (ha caído la noche) en su cabana, la música lejana de la<br />
recepción, que <strong>se</strong> sigue oyendo, establece tanto la contigüidad de lugar como la de<br />
tiempo.<br />
Por fin, Taro hace que le abran la puerta de la propiedad para ir hacia <strong>un</strong> destino<br />
desconocido, y vemos <strong>un</strong> letrero indicando <strong>un</strong> salto de diez años.<br />
Admiremos de paso cómo, en el mismo día de la llegada a casa de Sansho (escenas 8<br />
y 9), <strong>un</strong>a sucesión muy apretada de situaciones fuertes y significativas ha sabido<br />
concentrar <strong>un</strong> número considerable de impresiones, informaciones y acontecimientos,<br />
determinantes para la continuación del relato. Se ha establecido con fuerza, entre<br />
otras, en estas dos escenas:<br />
—la distancia entre los niños y su madre, de la que <strong>se</strong> han visto <strong>se</strong>parados (por la<br />
réplica de Taro: «La isla de Sado —donde ha sido vendida la madre—esta lejos»);<br />
—la crueldad de Sansho y la buena vol<strong>un</strong>tad, a<strong>un</strong>que timorata, de su hijo Taro;<br />
—las ba<strong>se</strong>s políticas del poder de Sansho (quien satisface al ministro con su eficacia en<br />
la recaudación de los impuestos);<br />
—la vida dura llevada por los esclavos en la propiedad y la dificultad para escapar<br />
(escena de la esclava marcada con hierro candente, preparando <strong>un</strong>a escena similar<br />
diez años más tarde);