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HOMENAJES<br />
13<br />
muy pronto la pobreza, la lucha diaria por la subsistencia y la melancolía<br />
innata de su carácter, lo llevaron a la pesadumbre que evidenció en<br />
su poema Resurrecciones:<br />
Algo se muere en mí todos los días;<br />
del tiempo en la insonora catarata,<br />
la hora que se aleja me arrebata<br />
salud, amor ensueños y alegrías.<br />
Al evocar las ilusiones mías,<br />
pienso:«Yo no soy yo!».¿Por qué insensata,<br />
la misma vida con su soplo mata<br />
mi antiguo ser, tras lentas agonías?<br />
Soy un extraño ante mis propios ojos,<br />
un nuevo soñador, un peregrino<br />
que ayer pisaba flores y hoy…abrojos.<br />
Y en todo instante, es tal mi desconcierto,<br />
que ante mi muerte próxima imagino<br />
que muchas veces en la vida…he muerto.<br />
Como anota bellamente Octavio Amórtegui «A la manera de Teresa<br />
de Jesús que no entendía el discurrir de los días como un ir viviendo<br />
sino como un «Ir muriendo», Flórez nació para morir. Pero no para morir<br />
un día como todos los seres, sino para morir cada día, a cada momento,<br />
con cada segundo.» 3<br />
Sin duda, las difíciles condiciones de Flórez impulsan a don Miguel<br />
Antonio Caro, por ese entonces vicepresidente de la República, a ofrecerle<br />
al poeta, ya consagrado, un puesto en la Biblioteca Nacional<br />
que él se niega en aceptar lo mismo que un consulado en Europa que<br />
tampoco le entusiasma. Años después Flórez se arrepentiría de su<br />
actitud. Pero en 1907 el presidente Reyes le propone un consulado<br />
en España que admite sin mayores expectativas por sentirse incapaz<br />
de realizar bien ningún cargo público o administrativo, distinto de su<br />
labor literaria. Su romanticismo, la desadaptación a cualquier disciplina<br />
que le impusiera olvidarse de su ideal poético, producían en él<br />
3. Flórez, Julio Poesía. Prólogo de Octavio Amórtegui. Bogotá, Biblioteca popular de<br />
cultura colombiana, 1945, pp. 10.