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BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />
La poesía de Jorge Isaacs es todavía bastante desconocida; ha sido<br />
relegada al olvido, subvalorada o valorada negativamente y editada de<br />
manera parcial en textos mutilados, plagados de malas lecturas y erratas<br />
que se van repitiendo de edición en edición.<br />
El autor nunca abandonó la actividad poética a lo largo de su azarosa<br />
vida, pero a su muerte solo una mínima parte de sus versos habían<br />
sido recogidos en libro o en cuadernos manuscritos.<br />
El maestro Fernando Charry Lara nos señala: «Son pocas las referencias<br />
que se hacen hoy a Jorge Isaacs como poeta. La más corriente es la de que<br />
fue tan admirable novelista como mediocre versificador. El éxito de su<br />
novela María fue extraordinario. Desde su aparición en 1867, en tímida<br />
edición de 800 ejemplares, hizo olvidar un tanto al escritor en verso. De<br />
quien ya tres años atrás, en 1864, recientes amigos suyos de Bogotá, pronto<br />
convertidos en generosos admiradores, recogieron su tarea poética juvenil<br />
en tomo que titularon sencillamente Poesía. La impresión se realizó en<br />
el taller tipográfico de El Mosaico» (Charry Lara, www).<br />
La poesía de Jorge Isaacs nos interesa especialmente por las conexiones<br />
que presenta con la novela, no en balde María es una novela<br />
poemática. Enrique Pupo Walker refiriéndose a la poesía joven del escritor<br />
colombiano afirma que es «la antesala lírica de la novela» y en<br />
ella aprendió el autor a «poetizar la tristeza y la muerte». Solo a manera<br />
de ejemplo transcribimos dos de sus poemas como para recordar que<br />
fue poeta y soldado.<br />
Las hadas<br />
Soñé vagar por bosques de palmeras<br />
cuyos blondos plumajes, al hundir<br />
su disco el Sol en las lejanas sierras,<br />
cruzaban resplandores de rubí.<br />
Del terso lago se tiñó de rosa<br />
la superficie límpida y azul,<br />
y a sus orillas garzas y palomas<br />
posábanse en los sauces y bambús.<br />
Muda la tarde ante la noche muda<br />
las gasas de su manto recogió;<br />
del indo mar dormido en las espumas<br />
la luna hallóla y a sus pies el sol.