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134 BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA
más, si esa vena humorística que lo caracteriza, o la maestría con
que maneja la rima asonante; si ese tinte socarrón con el cual imita
a Cervantes, o la singular habilidad para utilizar vocablos salidos de
su propia inventiva».
Este osado cultor desarrolla los ciento veintiséis capítulos que integran
las dos partes de la creación cervantina, mediante el ritmo y la
rima de cuartetos, octavas reales, décimas y sonetos. En todo el conjunto
prevalece la décima, composición predilecta que maneja con propiedad,
soltura y donaire.
El ingenioso hidalgo de la Mancha, en sonetos, de Juan Manuel
Ramírez Pérez, recrea la obra cervantina en ciento cincuenta y un
sonetos, mediante los cuales demuestra «su dominio absoluto, tanto
del mundo de la poesía como el de la versificación, e igualmente, el
dominio, por íntimo conocimiento del universo quijotesco».
Don Quijote de la Mancha en pura copla de César Augusto Quintero,
nativo de las breñas cafeteras del Quindío. Todo está en estas coplas,
dice el escritor, crítico y poeta Hernando García Mejía, la sabiduría,
el ingenio, la picaresca, la aventura, el absurdo, la crítica política y social.
A lo largo de nueve mil doscientos ochenta versos, el ingenioso
coplero, hilvana toda la trama del Quijote. Allí está todo, nada falta. Un
curioso coplerío quijotesco que nos depara la vida; un asombroso
coplerío que parece de fábula:
Al salir de la venta
Al alba salió el Quijote,
dispuesto y alborozado;
se sentía muy gallardo
por ser caballero armado.
Pensó en tener escudero,
posiblemente un vecino
y condujo a Rocinante
por el sendero que vino.
A un lado de todo lo anterior, réstame decir que, en el frondoso
bosque de nuestras páginas cervantinas, para nuestro solaz y esparcimiento,
contamos con un filón del más rico y atractivo encantamiento:
el relacionado con las fantasías y leyendas quijotescas. Entre todas és-