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HOMENAJES
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Podemos concluir esta faceta de Azorín Volviendo a su libro Castilla,
y, para ello, podemos saborear su capítulo sexto sobre la Poesía de
Castilla:
¿En qué nos hace pensar este florecimiento de la lírica que hay ahora
en Castilla? Yo pienso en el paisaje castellano y en las viejas ciudades.
La poesía lírica es la esencia de las cosas. La lírica de ahora —bajo
someras influencias extrañas— nos da la esencia de este viejo pueblo
de Castilla.
Yo veo las llanuras dilatadas, inmensas, con una lejanía de cielo radiante
y una línea azul, tenuemente azul, de una cordillera de montañas.
Nada turba el silencio de la llanada; tal vez en el horizonte
aparece un pueblecillo, con su campanario, con sus techumbres
pardas. Una columna de humo sube lentamente. En el campo se
extienden, en un anchuroso mosaico, los cuadros de trigales, de
barbechos, de eriazo. En la calma profunda del aire revolotea una
picaza, que luego se abate sobre un montoncillo de piedras, un
majano, y salta de él para revolotear luego otro poco. 16
Azorín visto por algunos de sus contemporáneos
Comienzo este apartado con la figura de don Julián Marías, quien
cultivó una amistad con Azorín por cerca de veinticinco años y conoció,
como pocos, los entresijos de su obra completa.
De viva voz, en uno de los programas radiales que dedicó don Julián
a la vida de Azorín, señaló:
Nadie ha visto a España con más detalle, con más percepción, con
más amor, con más ternura.
La lectura de Azorín es el mayor enriquecimiento que se puede tener.
No creo que haya otro autor que de tanta riqueza de conocimiento
físico, estético, de paisaje, de ciudades, de pueblos, de
detalles, de la historia, de la literatura íntegramente, de todas las
regiones como el caso de Azorín.
16 Azorín. Castilla. Ibídem, pág. 205.