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216 BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />
Anarquía, democracia y amor<br />
Para Caballero Calderón, Don Quijote es el perfecto anarquista. «Es<br />
el príncipe -dice- del anarquismo español o, por lo menos, su precursor».<br />
Y aunque tal afirmación nos aterre en estos tiempos marcados<br />
por el terrorismo, debemos aclarar que la anarquía en cuestión alude<br />
al individualismo que él encarna. Es la «sublimación del individualismo»,<br />
subraya.<br />
Por enésima vez, tal característica es de los españoles en su conjunto,<br />
dado su carácter individualista o egoísta, según consta en su historia<br />
política y aún en su vida cotidiana, donde cada uno de ellos «es rey<br />
y señor en su casa». Más aún, esto es lo que explica que así se presenten<br />
don Quijote, Sancho y el resto de personajes, sin importarles su<br />
condición social, aunque sea modesta.<br />
Lo cual refleja un auténtico espíritu democrático, según el cual se<br />
valora la dignidad humana, de cada persona, como si ninguno fuera<br />
superior a otro o incluso todos fuéramos superiores, como en verdad lo<br />
somos por haber sido hechos, según las enseñanzas cristianas, a imagen<br />
y semejanza de Dios.<br />
«Todos (los hombres) son iguales, los grandes y los menores, los<br />
pobres y los ricos», observaba Sancho tras escuchar los consejos de su<br />
señor para cuando gobernara la soñada ínsula Barataria. «La sangre se<br />
hereda, y la virtud se aquista», era uno de esos consejos que Don Quijote<br />
remataba con sabiduría: «La virtud vale por sí sola lo que la sangre<br />
no vale». ¿No está ahí -preguntemos- la esencia del espíritu democrático,<br />
como asegura Caballero Calderón?<br />
¿Y qué mayor prueba de dicho espíritu –agreguemos, siguiendo sus<br />
pasos- que la alta valoración de la mujer, lejos de la discriminación que<br />
desde tiempos inmemoriales ha padecido entre los varones? En tal sentido,<br />
la visión cervantina está más vigente que nunca, pues hace de<br />
una humilde labradora, sin atributos físicos, la amada ideal, como la<br />
Beatriz de Dante en su Divina Comedia.<br />
Más aún: también acá tenemos la esencia del amor cuando no es<br />
correspondido, ni siquiera confesado, y sin embargo es la entrega total<br />
al ser amado, sin posesión, sin tenerla, como un sueño. He ahí, sin<br />
rodeos, el amor quijotesco, cuya síntesis surge de la Ciudad Poética en