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SEPARATA 227<br />
Es comprensible que, al hablar del concepto de personaje literario<br />
de Cervantes, es imprescindible recurrir al personaje titular. Don Quijote,<br />
alto y enjuto, evoca a los ascetas. Muchos críticos subrayaban que<br />
representa a un caballero andante, un hidalgo casi cincuentón que<br />
parece evadir la realidad. No obstante, vale la pena recordar también<br />
que ser caballero andante era un modelo social muy apreciado y muy<br />
divulgado entre los nobles en la Edad Media. Los jóvenes de esa época<br />
soñaban con las aventuras más maravillosas y excitantes, llenas de riesgos.<br />
Sin preocuparse por las distancias a recorrer, aspiraban seguir este<br />
tipo de vida, encarnar las virtudes de los santos y los valores militares<br />
de los caballeros. Vivían el amor ideal con su elegida y muchos se comprometían<br />
hasta con los votos monásticos.<br />
Don Quijote se siente afectado por el nuevo marco axiológico que<br />
se va imponiendo y no admite declinar la validez de los valores que<br />
reconocía y vivía desde su infancia. Es soñador y se apega a los ideales.<br />
Vive la lealtad y respeta el código de honor. Ante la injusticia que percibe<br />
a su alrededor, trata de rescatar el bien como uno de los verdaderos<br />
principios participativos y distributivos de la sociedad. Su sentido<br />
de misericordia cristiana guía sus acciones de caballero, aunque tenga<br />
que afrontar sucesivamente obstáculos. No le teme a las dificultades y<br />
no evita los riesgos. Opta por el heroísmo que hoy no tiene muchos<br />
adeptos, pero sigue siendo admirado.<br />
Su honor es su regla de vida y su nobleza no se limita a los privilegios,<br />
sino que reclama la práctica de los deberes que los deben regir.<br />
Su profundo convencimiento de la razón de sus razones no lo afecta,<br />
cuando los que lo rodean se burlan o calumnian. No se deja llevar por<br />
las engañosas apariencias de lo mundano, ni la avaricia, ni el apego a<br />
lo material porque por encima de ello reconoce la validez de su fe en<br />
Dios que, por cierto, es invocado en las páginas de la novela numerosas<br />
veces. Está convencido de que vale la pena vivir la dignidad en toda<br />
su plenitud, como un verdadero principio en la existencia de una persona<br />
humana.<br />
Las manifestaciones de coraje de don Quijote no tenían consecuencias<br />
prácticas, pero sí exteriorizaban su ideario interior que aplicaba en<br />
su vida. La ironía y el buen humor le permitían crear la propia simbología<br />
de los personajes, sin desacreditar a sus adversarios. Su bonhomía lo<br />
impulsaba a que lo consideraron algo ingenuo y, al mismo tiempo, le<br />
permitió salvar su afabilidad, su sencillez y su honradez. En su comportamiento<br />
preponderaban el bien practicado: la bondad.