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con sus padres. De ahí que Judith intentara entablar una conversación<br />
con su madre. Y cada vez se encontró con el rechazo más<br />
absoluto y la desaprobación, porque no sabía que «hay cosas que<br />
uno <strong>nunca</strong> debería decirles a los padres». Los reproches de su hija<br />
iban en contra del mandamiento «honrarás a tu padre y a tu<br />
madre» y eran, por tanto, una ofensa a Dios, decían las cartas de<br />
la madre.<br />
Las reacciones de la madre ayudaron a Judith a percibir las<br />
fronteras de su terapeuta, unas fronteras víctimas de un esquema<br />
que parecía proporcionar a la terapeuta la certeza de saber qué es<br />
lo que uno debía o podía hacer. Gracias a otra terapeuta, con la<br />
que llevaba poco tiempo trabajando, Judith se percató de lo<br />
agradecido que estaba su <strong>cuerpo</strong> desde que ya no se obligaba a<br />
tener relaciones de esa índole. De pequeña careció de esa opción,<br />
tuvo que vivir con una madre que había sido testigo de su sufrimiento<br />
con indiferencia y que con sus normas había refutado todos<br />
los comentarios de la niña. Judith no conoció otra cosa que el rechazo<br />
cada vez que decía alguna verdad propia que se salía de lo<br />
establecido. Y para un niño ese rechazo es como la pérdida de la<br />
madre, de ahí que sea equiparable al peligro de muerte. <strong>El</strong> miedo<br />
a este peligro no pudo ser superado en la primera terapia, porque<br />
las exigencias morales de la terapeuta de Judith alimentaban continuadamente<br />
esta sensación. Son influencias muy sutiles que en<br />
la mayoría de los casos nos pasan inadvertidas debido a que están<br />
en absoluta concordancia con los valores tradicionales con los que<br />
hemos crecido. En general, se daba y se da por sentado que todos<br />
los padres tienen derecho a que se les honre, aun cuando hayan<br />
actuado de manera destructiva con sus hijos. Pero tan pronto<br />
como uno decida abandonar esta escala de valores, le resultará de<br />
lo más grotesco escuchar que una mujer adulta debe honrar a unos<br />
padres que la maltrataron de forma brutal o que presenciaron<br />
los malos tratos sin decir nada.