Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
27/176<br />
de los conocimientos actuales, el cuarto mandamiento encierra<br />
una contradicción. Es verdad que la moral puede dictar lo que debemos<br />
y no debemos hacer, pero no lo que debemos sentir.<br />
Porque no podemos producir ni eliminar sentimientos auténticos;<br />
lo único que podemos hacer es disociarlos, mentirnos a nosotros<br />
mismos y engañar a nuestros <strong>cuerpo</strong>s. Aunque, como he dicho<br />
antes, nuestro cerebro ha almacenado nuestras emociones, y éstas<br />
son recuperables, podemos revivirlas y, por fortuna, se pueden<br />
transformar sin peligro en sentimientos conscientes, cuyo sentido<br />
y causas podremos reconocer si damos con un testigo cómplice.<br />
La extraña idea de que debemos amar a Dios para que no nos<br />
castigue por habernos rebelado y haberlo decepcionado, y nos recompense<br />
con su amor misericordioso, es también una manifestación<br />
de nuestra dependencia y necesidad infantil, al igual que la<br />
aceptación de que Dios, como nuestros padres, está sediento de<br />
nuestro amor. Pensándolo bien, ¿no es ésta una idea del todo<br />
grotesca? Un ser supremo, que depende de sentimientos falsos<br />
porque la moral así lo dictamina, recuerda mucho la necesidad<br />
que tenían nuestros padres frustrados y no autónomos. Sólo las<br />
personas que <strong>nunca</strong> han puesto en tela de juicio a sus propios<br />
padres ni su propia dependencia pueden llamar Dios a este ser.