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El cuerpo nunca miente - Alice Miller

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idealizados que <strong>nunca</strong> existieron. ¿Por qué seguimos sacrificándonos<br />

por unos fantasmas? ¿Por qué nos aferramos a unas relaciones<br />

que nos recuerdan viejos tormentos? Porque abrigamos la<br />

esperanza de que eso cambie algún día, cuando demos con la palabra<br />

adecuada, adoptemos la actitud adecuada o logremos comprender.<br />

Pero eso significaría volver a doblegarnos como hicimos<br />

en la infancia para obtener amor. Hoy en día, como adultos,<br />

sabemos que se abusó de nuestros esfuerzos y que eso no era<br />

amor. Así pues, ¿por qué esperamos que las personas que, por la<br />

razón que sea, no pudieron queremos lo hagan finalmente?<br />

Cuando logremos renunciar a esta esperanza, desaparecerán<br />

también nuestras expectativas y, con ellas, el autoengaño que nos<br />

ha acompañado toda nuestra vida. Ya no creeremos que no<br />

éramos dignos de ser amados y que deberíamos o podríamos demostrar<br />

que sí lo somos. Porque eso no dependía de nosotros,<br />

sino de la situación de nuestros padres, de cómo les afectaron sus<br />

traumas infantiles, de hasta qué punto los habían asimilado, y eso<br />

nosotros no podemos cambiarlo, sólo podemos vivir nuestra vida<br />

y cambiar nuestra forma de ver las cosas. La mayoría de los terapeutas<br />

cree que, de hacerlo así, también mejoraría nuestra relación<br />

con los padres, porque la actitud más madura del niño adulto<br />

movería a los padres a respetar más a éste. Pero no puedo sostener<br />

esta opinión al cien por cien; según mi experiencia, el cambio<br />

positivo de los niños ya adultos raras veces produce sentimientos<br />

positivos y admiración en los padres que otrora fueron maltratadores.<br />

Al contrario: a menudo reaccionan con envidia, con indicios<br />

de frustración y con el deseo de que el hijo o la hija vuelvan a<br />

ser como antes, es decir, sumisos, leales, que consientan el menosprecio<br />

y, en el fondo, depresivos e infelices. A muchos padres les<br />

da miedo que la conciencia de sus hijos adultos se despierte, y en<br />

muchos casos es imposible hablar de una mejora de la relación.<br />

Aunque también hay ejemplos de lo contrario.

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