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idealizados que <strong>nunca</strong> existieron. ¿Por qué seguimos sacrificándonos<br />
por unos fantasmas? ¿Por qué nos aferramos a unas relaciones<br />
que nos recuerdan viejos tormentos? Porque abrigamos la<br />
esperanza de que eso cambie algún día, cuando demos con la palabra<br />
adecuada, adoptemos la actitud adecuada o logremos comprender.<br />
Pero eso significaría volver a doblegarnos como hicimos<br />
en la infancia para obtener amor. Hoy en día, como adultos,<br />
sabemos que se abusó de nuestros esfuerzos y que eso no era<br />
amor. Así pues, ¿por qué esperamos que las personas que, por la<br />
razón que sea, no pudieron queremos lo hagan finalmente?<br />
Cuando logremos renunciar a esta esperanza, desaparecerán<br />
también nuestras expectativas y, con ellas, el autoengaño que nos<br />
ha acompañado toda nuestra vida. Ya no creeremos que no<br />
éramos dignos de ser amados y que deberíamos o podríamos demostrar<br />
que sí lo somos. Porque eso no dependía de nosotros,<br />
sino de la situación de nuestros padres, de cómo les afectaron sus<br />
traumas infantiles, de hasta qué punto los habían asimilado, y eso<br />
nosotros no podemos cambiarlo, sólo podemos vivir nuestra vida<br />
y cambiar nuestra forma de ver las cosas. La mayoría de los terapeutas<br />
cree que, de hacerlo así, también mejoraría nuestra relación<br />
con los padres, porque la actitud más madura del niño adulto<br />
movería a los padres a respetar más a éste. Pero no puedo sostener<br />
esta opinión al cien por cien; según mi experiencia, el cambio<br />
positivo de los niños ya adultos raras veces produce sentimientos<br />
positivos y admiración en los padres que otrora fueron maltratadores.<br />
Al contrario: a menudo reaccionan con envidia, con indicios<br />
de frustración y con el deseo de que el hijo o la hija vuelvan a<br />
ser como antes, es decir, sumisos, leales, que consientan el menosprecio<br />
y, en el fondo, depresivos e infelices. A muchos padres les<br />
da miedo que la conciencia de sus hijos adultos se despierte, y en<br />
muchos casos es imposible hablar de una mejora de la relación.<br />
Aunque también hay ejemplos de lo contrario.