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puede. ¿Cómo voy a tenerle miedo?». O en otro caso: «Mi madre<br />
es horrible. Pero soy consciente de ello, por eso he roto mi relación<br />
con ella, no dependo de ella para nada». Quizás el adulto se<br />
conforme con esto. Pero es posible que en su interior todavía viva<br />
el niño no integrado, cuyos miedos <strong>nunca</strong> pudieron ser aceptados<br />
ni vividos de forma consciente y que, por tanto, hoy se dirigen<br />
hacia otras personas. Estos miedos pueden, sin motivo aparente,<br />
asaltarnos de improviso y causarnos pánico. Si no se experimenta<br />
en presencia de un testigo cómplice, el miedo inconsciente a la<br />
madre o al padre llega a sobrevivir durante décadas.<br />
En Anita, por ejemplo, eso se manifestó en su desconfianza<br />
hacia todo el personal clínico y en su incapacidad para comer. Es<br />
cierto que con frecuencia la desconfianza estaba justificada, pero<br />
tal vez no siempre. Eso es lo desconcertante. Lo único que el<br />
<strong>cuerpo</strong> no paraba de decir era: no quiero esto, pero no podía decir<br />
lo que quería. Sólo después de que Anita viviera sus emociones en<br />
presencia de Susan, después de descubrir en su interior todos los<br />
temores que en el pasado le había inspirado una madre nada<br />
comunicativa, pudo liberarse de ellos. Desde ese instante, pudo<br />
orientarse mejor, distinguir y ver las cosas con mayor claridad.<br />
Ahora sabía que no necesitaba seguir esforzándose para obligar<br />
a Klaus a un diálogo sincero y abierto, porque sólo dependía<br />
de él cambiar su actitud. Klaus dejó de desempeñar el papel de<br />
madre. Por otra parte, de repente conoció a personas de su<br />
entorno que no eran como sus padres y de las que ya no tenía necesidad<br />
de protegerse. Dado que ahora estaba familiarizada con la<br />
historia de la pequeña Anita, ya no tenía que temer esa historia ni<br />
reproducirla una y otra vez. Cada vez se orientaba mejor en el<br />
presente y distinguía el hoy del ayer. Su redescubierta alegría de<br />
comer traslucía su alegría de relacionarse con personas que eran<br />
abiertas con ella, sin que Anita tuviera que esforzarse. Disfrutaba<br />
plenamente del intercambio con estas personas y en ocasiones se