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El cuerpo nunca miente - Alice Miller

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No podemos querernos, respetarnos ni entendernos a nosotros<br />

mismos si ignoramos los mensajes de nuestras emociones,<br />

como, por ejemplo, la ira. A pesar de ello, existe toda una serie de<br />

reglas y técnicas «terapéuticas» para manipular las emociones.<br />

Nos dicen, con la mayor seriedad, cómo se puede eliminar la<br />

tristeza y provocar la alegría. Personas con graves síntomas corporales<br />

se dejan asesorar en las clínicas, con la esperanza de liberarse<br />

así del resentimiento hacia sus padres.<br />

Es posible que les funcione durante algún tiempo y les proporcione<br />

cierto alivio, porque logran la aprobación de sus terapeutas.<br />

Estas personas se sentirán entonces como un niño bueno que se<br />

doblega a los métodos educativos de su madre, se sentirán aceptadas<br />

y queridas. No obstante, sus <strong>cuerpo</strong>s, al no prestárseles ninguna<br />

atención, con el tiempo sufrirán una recaída.<br />

Problemas similares tienen los terapeutas al tratar los síntomas<br />

de niños hiperactivos. ¿Cómo va a integrarse a estos niños en sus<br />

familias si se tiene en cuenta, por ejemplo, que su sufrimiento está<br />

determinado por la genética o es una grave travesura que hay<br />

que erradicar? ¿Y todo esto para seguir ocultando sus verdaderas<br />

causas? Pero si estamos dispuestos a considerar que estas emociones<br />

tienen un origen real, que son reacciones a la falta de atención,<br />

a los malos tratos o, entre otras cosas, a la carencia de una<br />

comunicación «nutricia», ya no veremos a niños que retozan sin<br />

sentido, sino a niños que sufren sin que se les deje saber por qué.<br />

Cuando se nos permita saber, podremos ayudarnos a nosotros<br />

mismos y a ellos. Tal vez lo que temamos (nosotros y ellos) no sea<br />

tanto las emociones, el dolor, el miedo y la ira como saber lo que<br />

nuestros padres hicieron realmente con nosotros.<br />

La obligación (moral) que defienden la mayoría de los terapeutas<br />

de no culpar a los padres bajo ningún concepto conduce a

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