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deseo continuar aquí esta polémica; en lugar de eso, quisiera<br />
mostrar una historia cuyos factores psíquicos pueden conllevar el<br />
desarrollo de una anorexia nerviosa, que, como en este caso,<br />
puede curarse abordando dichos factores.<br />
<strong>El</strong> «virtuoso del hambre» de Kafka dice al término de su vida<br />
que no ha comido porque no ha logrado dar con el alimento que le<br />
gustaba. Eso mismo podría haber dicho Anita, pero sólo una vez<br />
curada, porque sólo entonces supo qué alimento había necesitado,<br />
buscado y añorado desde la infancia: una comunicación emocional<br />
auténtica, sin mentiras, sin falsas «preocupaciones», sin sentimientos<br />
de culpa, sin reproches, sin advertencias, sin temor, sin<br />
proyecciones: una comunicación como la que, en el mejor de los<br />
casos, puede darse entre una madre y su deseado hijo en la<br />
primera fase de la vida. Cuando esa comunicación <strong>nunca</strong> ha tenido<br />
lugar, cuando al niño se le ha alimentado con mentiras,<br />
cuando las palabras y los gestos han servido únicamente para<br />
velar la negativa, el odio, la repugnancia y la aversión del niño,<br />
entonces éste se resiste a crecer con este «alimento», lo rechaza y<br />
luego puede volverse anoréxico, sin saber cuál es el alimento que<br />
necesita. No lo ha conocido; por lo tanto, no sabe que existe.<br />
Ciertamente, el adulto puede tener una vaga idea de la existencia<br />
de este alimento, y es posible que empiece a darse atracones y<br />
a engullir de todo, sin criterio alguno, buscando aquello que necesita<br />
pero no conoce. Entonces se convierte en un obeso, en un<br />
bulímico. No quiere renunciar, quiere comer, comer sin parar, sin<br />
límite. Pero dado que, al igual que el anoréxico, no sabe lo que necesita,<br />
<strong>nunca</strong> se sacia. Quiere ser libre, poder comer cuanto quiera<br />
y eximirse de toda obligación, pero acaba viviendo supeditado a<br />
sus orgías alimentarias. Para librarse de ellas necesitaría comunicarle<br />
sus sentimientos a alguien, vivir la experiencia de ser escuchado,<br />
comprendido y tomado en serio, de no tener que