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pensamientos disociados del <strong>cuerpo</strong>, los que podrían contribuir a<br />
un provechoso cambio de nuestra mentalidad.<br />
Quienes de pequeños hayan experimentado el amor y la comprensión<br />
no tendrán ningún problema con su verdad. Pudieron<br />
desarrollar sus capacidades y sus hijos se beneficiarán de eso.<br />
Ignoro cuál es el porcentaje de estas personas. Sólo sé que siguen<br />
recomendándose las bofetadas como medida pedagógica, que<br />
Estados Unidos, que se hace pasar por un modelo de democracia<br />
y progreso, aún permite los golpes en las escuelas de veintidós estados<br />
y que incluso defiende este «derecho» de los padres y educadores<br />
cada vez con más fuerza. Es absurdo suponer que mediante<br />
la violencia puede enseñarse a los niños lo que es la democracia;<br />
de lo que infiero que no debe de haber tantas personas en<br />
el mundo que no hayan experimentado este método educativo.<br />
Todas ellas tienen en común que reprimieron muy pronto su<br />
oposición a la crueldad y que sólo les estaba permitido crecer en<br />
la insinceridad interna. Es algo que se observa continuamente. Si<br />
en una conversación alguien dice: «No quiero a mis padres<br />
porque siempre me han humillado», seguro que recibirá de forma<br />
unánime los consejos habituales: que tiene que cambiar su actitud<br />
si quiere convertirse en adulto, que no puede albergar odio en su<br />
interior si quiere estar sano, que sólo podrá librarse del odio<br />
cuando haya perdonado a sus padres. Que no existen los padres<br />
ideales, que a veces todos cometen errores que hay que tolerar y<br />
que así el adulto aprende.<br />
Los consejos parecen tan convincentes simplemente porque<br />
los conocemos desde hace mucho tiempo, y quizá nos parezcan<br />
sensatos. Pero no lo son. Muchos se basan en supuestos falsos, ya<br />
que no es cierto que el perdón libere del odio. Sólo ayuda a taparlo<br />
y con ello a reforzarlo (en el inconsciente). No es cierto que<br />
nuestra tolerancia aumente con la edad. Todo lo contrario: el niño<br />
tolera los actos absurdos de sus padres, porque los considera